devenir Vol. 5, N°10, julio - diciembre 2018, pp. 11-28 - Estudios ISSN 2312-7562 e-ISSN 2616-4949
Universidad Nacional de Ingeniería, Lima
Evolución del enfoque de conservación y restauración del patrimonio edificado:
la experiencia de Martín Fabbri en Perú(*)
Evolution of the preservation and restoration approach on built heritage: Martin Fabbri’s experience in Peru
María Alexandra Gambetta Sponza(**)
Fecha de recepción: 30 de marzo de 2018
Fecha de aprobación: 01 de junio de 2018
RESUMEN
El presente artículo analiza una entrevista en profundidad al arquitecto restaurador Martín Fabbri, realizada en el año 2017, en la que se exponen términos utilizados y acciones llevadas a cabo en la restauración de arquitectura, contrastándola con algunas cartas y documentos internacionales que abordan el mismo tema, para comprender cómo este profesional combina la teoría y su experiencia para realizar intervenciones de conservación y restauración del patrimonio adecuadas y sostenibles, de acuerdo a los estándares internacionales actuales y la realidad peruana. Para lograr esto, se mencionan ejemplos nacionales e internacionales que reflejan la influencia que destacados pensadores, y los distintos tratados y cartas internacionales han tenido en la protección y gestión de monumentos, lo cual es crucial para comprender el desarrollo profesional de Fabbri como arquitecto restaurador: los conceptos desarrollados y los criterios que utiliza al trabajar con el patrimonio peruano, aún observables en algunos de sus trabajos más destacados.
PALABRAS CLAVE
Conservación arquitectónica, Martín Fabbri
ABSTRACT
This article analyzes an in-depth interview with restoration architect Martin Fabbri, carried out in 2017. It shows the expressions of restoration architecture, and the actions executed in it, while contrasting the discipline with some of the international charters and documents on the subject, in order to understand how this scholar combines theory and experience to achieve adequate and sustainable heritage conservation and restoration interventions according to current international standards and Peruvian reality. To achieve this, the article mentions national and international examples that show the influence of prominent thinkers, and international treaties and charters, in the protection and management of monuments. The above-mentioned is crucial to understand Fabbri’s professional development as a restoration architect; the concepts he develops and the criteria he uses to work with Peruvian heritage, which can still be observed in some of his most outstanding works.
KEYWORDS
Architectural preservation, Martin Fabbri
(*)El presente artículo se elaboró a partir de una entrevista en profundidad que la autora realizó en 2017 al arquitecto Martín Fabbri García, en las instalaciones de la Universidad de Lima, como parte de una asignación académica del curso de Teoría e Historia de la Conservación, de la maestría en Conservación y Gestión del Patrimonio Edificado de la Unidad de Posgrado de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (FAUA-UNI), a cargo del MSc. Arq. José Hayakawa Casas.
(**) Licenciada en Educación por el Instituto Pedagógico Nacional Monterrico y conservadora egresada del Instituto YachayWasi de Conservación y Restauración. Actualmente estudiante de la maestría en Conservación y Gestión del Patrimonio Edificado de la Unidad de Posgrado de la FAUA-UNI. Trabajó para el Ministerio de Cultura como conservadora del Museo de Sitio Huaca Huallamarca, y en diversas excavaciones arqueológicas y proyectos de rescate arqueológico en Perú y Chile.
Universidad Nacional de Ingeniería (Perú)
alexandra.gtts@gmail.com
Conceptos básicos
Las nociones actuales de conservación y restauración son, probablemente, de formación reciente, ya que en la Antigüedad solo se reparaban monumentos y objetos debido a la necesidad de conservar la memoria del pueblo que los construyó o lo que estos representaban, e incluso continuar con el uso que se le dio originalmente, pero sin considerar conceptos como mínima intervención o el respeto por la intención del autor. No resulta sorpresivo, entonces, que se haya empleado materiales y métodos que hoy consideramos inadecuados al no respetar el estilo o las técnicas originarias de la construcción.
En cuanto a los inicios de la conservación y restauración de patrimonio mueble, su finalidad principal fue entonces el coleccionismo, por lo que la decisión de cómo abordar la reparación de una vasija, un cuadro o una escultura respondía a la necesidad de guardarlo y preservarlo para el futuro, de poder exhibir la belleza estética del objeto. De hecho, poseer y exhibir una colección de objetos antiguos y sofisticados otorgaba estatus a su dueño. En cambio, el patrimonio inmueble, por sus grandes dimensiones, no podía ser fácilmente trasladado, por lo cual su destino fue totalmente diferente.
Antecedentes históricos de la restauración de edificaciones
La consideración de la importancia de preservar edificios y grandes construcciones nace de la necesidad de recordar un evento importante sucedido en el sitio, o a las personas que lo construyeron y la razón por la que se edificó. Por ejemplo, el famoso Arco de Triunfo de París, construido entre 1806 y 1836 por orden del emperador Napoleón I para conmemorar la victoria en la batalla de Austerlitz, que enfrentó a los ejércitos francés y ruso-austríaco (ver Figura 1). Al parecer, la intención de mantener y recuperar dicha memoria parece haber dado resultado.
Con ese mismo objetivo se ha intervenido innumerables veces en distintos monumentos a lo largo de su existencia. Los materiales constructivos se deterioran, los sismos remecen ciudades y los conflictos bélicos causan graves daños a las estructuras, por lo que siempre se han realizado trabajos para garantizar que estas se mantengan en pie. Por ejemplo, el Arco de Bará, un arco de triunfo romano ubicado a 20 km al norte de Tarragona (España) y construido a finales del siglo I a. C., ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de su historia, algunas de las cuales han quedado registradas (ver Figuras 2 y 3).
Siempre han existido personas dispuestas a reparar y cuidar el patrimonio inmueble. A lo largo de la historia se han denunciado incontables malas intervenciones, así como casos de total destrucción, pero siempre ha habido alguien dispuesto a trabajar en pos de su conservación. Un ejemplo de ello es Rafael Sanzio (Urbino, Italia; 1483-1520) (ver Figura 4), quien debido al estado de abandono en que se encontraban los monumentos antiguos, escribió una carta al papa León X sobre la importancia de su conservación, donde criticaba la actitud de las autoridades y explicaba que consideraba necesario preservarlos, pues los consideraba un modelo para el presente (De Hoz Onrubia, 2009).
Recién a partir del siglo XVIII, el término restauración comienza a utilizarse de manera más cercana a su significado actual. Desde entonces, poco a poco, se han desarrollado diversas metodologías para llevar a cabo las intervenciones en los restos arquitectónicos de antiguas civilizaciones. Por ejemplo, se empieza a considerar una prioridad el uso de métodos estandarizados al intervenir en un monumento, que contemplan la necesidad de realizar un estudio previo que permita respetar las obras en tanto testimonio histórico del lugar y la época a la que pertenecen.
Definiendo el patrimonio arquitectónico: De los pensadores a las cartas internacionales
En el siglo XIX, dos personajes notables propusieron métodos de intervención que, si bien opuestos entre sí, sirvieron como base para la elaboración de las metodologías que se utilizan hoy en día. El primero, Eugène Viollet-le-Duc (ver Figura 5), arquitecto y escritor parisino nacido en 1814, tuvo una visión estilista de los monumentos. Su pensamiento como restaurador consistía en acercar el edificio al estilo de su época de construcción para devolverle el valor estético, retirando elementos arquitectónicos añadidos en otras épocas si fuera necesario (Portal de Restauración, 2014). Por otro lado, John Ruskin (ver Figura 6), escritor y crítico de arte nacido en Londres en 1819, defendía la individualidad y originalidad de los monumentos, y censuraba la realización de intervenciones en ellos. Para él, era preferible una intervención apreciable a la vista y no una fraudulenta reconstrucción del edificio que altere su autenticidad histórica (Portal de Restauración, s.f.b). Para Viollet-le-Duc, “la mejor forma de preservar un edificio es encontrar un uso para él” (Agost Muñoz, 2014), mientras que Ruskin considera que “no tenemos ningún derecho a tocarlos. No son nuestros. Pertenecen por un lado a quienes los construyeron, y por otro, a todas las generaciones que nos han de suceder” (Font Fransi, 2007).
En 1963, Cesare Brandi (ver Figura 7), historiador y crítico de arte, publicó su obra Teoría del Restauro, donde, al mencionar la restauración de arquitectura, defiende la mínima intervención, y el respeto por la antigüedad de los materiales y técnicas, a la vez que resalta la necesidad de que los inmuebles sean usados y habitados. Brandi señala que se debe considerar que los objetos poseen una materia estructural en la que puede intervenirse libremente, mientras que lo que requiere un trabajo más delicado es la parte exterior visible, que debe restaurarse manteniendo los restos originales y distinguiéndolos de las nuevas partes añadidas (Portal de Restauración, s.f. a).
De las cartas internacionales, documentos que establecen normas y brindan soluciones respecto de las intervenciones en el patrimonio inmueble, quizás sea la Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y sitios, conocida como Carta de Venecia, de 1964 la que marcó un hito en la ejecución de trabajos de restauración patrimonial en Perú y el mundo. Esta carta brinda lineamientos como, por ejemplo, que se debe considerar monumento histórico “no sólo a las grandes creaciones, sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural” (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), 1964, p. 1). No obstante, carga también con algunas falencias, como la señalada por Francisco Javier López Morales (2016):
Si bien la Carta de Venecia no aborda en su contenido el tema del turismo, tema por demás significativo en nuestro tiempo, ésta se ha convertido de facto en un Código Oficial en el campo de la Conservación de los Bienes Culturales, un documento imprescindible de validación que debe reafirmarse conforme el tiempo pasa. (p.7)
Influencia de los documentos internacionales en la conservación y restauración de monumentos en Perú
En el Perú, el pensamiento europeo en torno a la conservación y restauración de monumentos, cuyas ideas cambiaron con el paso del tiempo, tuvo una influencia que se refleja claramente en los trabajos realizados por diferentes profesionales en este país.
Es posible afirmar que en el Perú ha habido una gran influencia de Viollet-le-Duc y su pensamiento de valor estético, puesto que, hasta antes de la Carta de Venecia de 1964, se llevaron a cabo grandes intervenciones en las que primó como objetivo el rescatar la apariencia de los edificios. Es sobre todo en el ámbito arqueológico donde es posible observar este tipo de intervenciones: ya que no había necesidad de recuperar el uso original de los edificios, se realizaron reconstrucciones estéticas orientadas a brindar al observador una visión completa y clara de los mismos. Como menciona Bonilla (2015), “este período, que comprende desde 1920 hasta 1964, se caracteriza por girar en torno a la reconstrucción con el objetivo de rehacer el inmueble de la forma que ellos suponían debía ser” (p. 47).
Un ejemplo de ello es el Acllawasi o casa de las escogidas (ver Figura 8), parte del Santuario Arqueológico de Pachacamac en la ciudad de Lima, espacio que era habitado por mujeres seleccionadas para estar al servicio del Estado inca. Esta edificación ha sido objeto de gran cantidad de intervenciones, la más conocida aquella realizada por el Arqueólogo Julio César Tello en los años 40 del siglo XX, que implicó una reconstrucción acorde a las ideas de restauración de entonces: se utilizaron materiales distintos a los originales y se siguió un diseño que, si bien no necesariamente fiel al original, fue considerado apropiado ya que recuperó la edificación. Otro caso es el trabajo que realizó el Dr. Arturo Jiménez Borja entre 1953 y 1961 en el sitio arqueológico de Puruchuco (ver Figura 9), en Lima, donde en gran parte del complejo se levantaron muros caídos para recuperar la estética del sitio, pero sin un criterio de diferenciación de lo nuevo con lo antiguo.
Cabe resaltar que no es sino hasta la aparición de la Carta de Venecia que surge la restauración científica como disciplina especializada. Entre otras definiciones y lineamientos, en dicha carta se plantea que la restauración “tiene como fin conservar y revelar los valores estéticos e históricos del monumento y se fundamenta en el respeto a la esencia antigua y a los documentos auténticos” (ICOMOS, 1964, p. 2). Por lo tanto, el espíritu de la guía se inclina hacia la mínima intervención y el respeto a la autenticidad de los objetos, un avance crucial, puesto que hasta entonces había una gran cantidad de personas empíricas trabajando en el ámbito, entre ellos arquitectos sin conocimientos en restauración, que realizaban trabajos de recuperación de patrimonio inmueble desde una perspectiva muy distinta.
Durante esa época se empiezan a distinguir dos grupos de formación distinta: por un lado, los arquitectos con formación y estudios especializados realizados en Europa, y, por otro, sujetos de formación empírica (Hayakawa, 2013). Luego de la aparición de la carta, la balanza se inclinaría en favor de aquellos arquitectos que contaban con formación especializada. En la primera generación de arquitectos restauradores peruanos, se encuentran los arquitectos Víctor Pimentel y José Correa, ambos con estudios en Europa, quienes realizaron intervenciones en el patrimonio arquitectónico peruano empleando una nueva metodología científica.
La necesidad de desarrollar asignaturas con contenido especializado en conservación y restauración en el ámbito nacional se ve evidenciada en estos dos grupos. Según indica el propio arquitecto Pimentel Gurmendi (2015), por iniciativa del decano Fernando Belaúnde, la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) se convirtió en la primera universidad a nivel nacional y latinoamericano en impartir dicha materia, mediante asignaturas teóricas y prácticas especializadas en patrimonio en su oferta de pregrado. La universidad tuvo el privilegio de contar en su plana docente con Pimentel Gurmendi y Correa Orbegoso, los dos arquitectos restauradores más importantes de la segunda mitad del siglo XX en Perú (Hayakawa, 2013). Además, se inauguró la maestría en Restauración de Monumentos de Arquitectura y Urbanismo, también la primera a nivel nacional y latinoamericano, que continúa ofreciendo la UNI desde 1993 (Hayakawa, 2013), actualmente bajo el nombre Conservación y Gestión del Patrimonio Edificado.
Los estudios en conservación y restauración realizados en la segunda mitad del siglo XX y la Carta de Venecia involucraron cambios definitivos en el proceder de los restauradores de monumentos. Los arquitectos peruanos comenzaron a trabajar para rescatar edificios de acuerdo a los lineamientos de la carta, con lo que las intervenciones de conservación y restauración llevadas a cabo en el patrimonio durante los 10 años posteriores a esta resultaron mínimas, y se realizaron utilizando técnicas tradicionales y materiales modernos, según el criterio internacional. Sin embargo, el terremoto de 1974 generó un problema: a pesar de seguir la normativa, quizás debido a la superficialidad de las intervenciones, el terremoto generó grandes daños a las edificaciones restauradas, lo que condujo a la crítica de los restauradores y de la Carta.
Más adelante, las generaciones posteriores a la Carta alegaron que el contenido de esta no se ajustaba a la realidad peruana, pues respondía a un territorio con características distintas, donde no tienen lugar movimientos sísmicos. Estos y otros vacíos se irían subsanando con el pasar de los años mediante nuevas cartas y documentos más específicos que abordan las nuevas problemáticas. Por ejemplo, la Carta de Machu Picchu de 1977, que aborda el acelerado crecimiento de las ciudades modernas y el peligro que esto supone para las ciudades históricas (Instituto Nacional de Cultura del Perú - INC, 2007); la Carta de Florencia de 1982, que trata sobre los jardines históricos, los eleva a nivel de monumento y establece normas para su conservación (INC, 2017); la Carta Internacional sobre la Protección y la Gestión del Patrimonio Cultural Subacuático de 1996, orientada a la protección y gestión del patrimonio cultural ubicado bajo las aguas de lagunas, lagos, ríos o mares dentro del territorio de cada nación (INC, 2017); entre otras.
Lima y su necesidad de crecimiento
A lo largo de su historia, la ciudad de Lima ha sido objeto de distintas reformas debido a los diferentes momentos históricos por los que ha pasado y su creciente demografía. Un claro ejemplo de esta dinámica es la demolición de la antigua muralla de la ciudad, y sus entradas o portadas, que ya no eran de utilidad, lo cual dio lugar a calles más amplias o edificios.
Sobre el tema de la expansión de Lima, Hayakawa (2002) identifica dos momentos decisivos en el crecimiento de la ciudad durante el siglo XX: ubica el primero en las décadas de 1950 y 60, y el segundo entre los años 60 y 70. Considerando que hasta entonces la ciudad se había desarrollado en mayor medida en el territorio delimitado por la muralla, en el primer momento el crecimiento de la ciudad y la necesidad de generar más espacio en las calles llevó a derrumbar monumentos para realizar ampliaciones. En el segundo momento, tuvo lugar un crecimiento poblacional que implicó la urbanización de zonas periféricas hasta entonces poco pobladas, pero con un rico pasado arqueológico o virreinal, que fueron arrasadas para crear nuevas viviendas y áreas urbanas. Ejemplo de esta dinámica son los distritos de Surco y Chorrillos, que cuentan con un rico pasado arqueológico que ha ido desapareciendo debido a la urbanización.
Como puede observarse, la noción de qué implica resguardar el patrimonio edificado de las ciudades no se definió inmediatamente, sino que ha atravesado un proceso de formación, variación y asimilación. Para que lo que implicaba el concepto de restauración científica se haga efectivo, fue vital la ayuda de un grupo de arquitectos peruanos, algunos formados en el extranjero en conservación de monumentos, que regresaron al Perú con nuevas ideas y metodologías, producto del análisis, la reflexión y la práctica, que podían aplicarse a intervenciones integrales en el patrimonio local. Entre estos profesionales, cuenta el arquitecto Martín Fabbri.
Resultado de la entrevista: Impacto de la teoría de la restauración en el trabajo de Martín Fabbri
Martín Fabbri (ver Figura 10) es arquitecto graduado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma en Lima. Según él mismo afirma, no fue su intención inicial dedicarse a la restauración de monumentos y edificaciones, ya que en un inicio él buscaba enfocarse más en el diseño y la creación de espacios, y en desarrollar temas de historia y teoría de la arquitectura. Considera que su interés por la conservación de monumentos se inició en el momento de realizar su investigación para obtener el grado de bachiller, cuando tuvo la posibilidad de desarrollar un trabajo en el pequeño distrito limeño de Barranco, donde llevó a cabo una investigación histórica sobre el espacio elegido y planteó un proyecto urbano que consistía en insertar un pequeño edificio sin dejar de considerar ciertas condiciones urbanas preexistentes (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Fabbri obtuvo el grado de bachiller en Arquitectura con la tesis sobre Barranco en el año 1992, una época difícil, en la que el Perú aún no se recuperaba de un período crítico para la economía interna y los organismos financieros del ámbito internacional se habían retirado, dejando al país aislado. En este momento, el Perú se encontraba sumergido en una coyuntura de hiperinflación: el nivel de riqueza del peruano promedio era de aproximadamente $5.097 dólares americanos (Instituto Peruano de Economía, 2017). Además, durante los primeros años de la década, la lucha interna entre los grupos terroristas Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, y el Estado aún no terminaba, y la explosión de bombas y la desaparición de personas seguían siendo eventos cotidianos.
Es durante ese período de conflicto social y económico cuando Martín Fabbri se adentra más en los estudios de Arquitectura. Luego de finalizar el pregrado, consigue seguir estudios de maestría en la Sección de Posgrado de la UNI (entre 1992 y 1994), en la mención de Diseño Arquitectónico, para luego, gracias a una beca, viajar a Italia y estudiar en la Università degli Studi La Sapienza de Roma, donde se especializó en Restauración de Monumentos y se graduó con una tesis sobre la restauración de monumentos modernos: el caso EUR42.
Conceptos propios sobre conservación y restauración
Todo el camino de preparación, sus estudios nacionales e internacionales, y la experiencia propia, llevaron a Martín Fabbri a formar sus propios conceptos e ideas respecto de lo que una intervención de restauración monumental debe involucrar, lo cual se vio reflejado en sus posteriores trabajos.
Según él mismo indica, lo más importante para un arquitecto es siempre tomar en cuenta el fin arquitectónico de un edificio, el fin para el que fue construido, el cual, afirma, es “la forma de organizar, la forma de proyectar, el propio hecho de conformar los entornos en los cuales va a habitar la gente” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Si bien esta afirmación anterior se refiere a la creación de edificios nuevos, sobre conservación y restauración brinda opiniones interesantes que parecen derivar de la misma idea. Por ejemplo, sobre casos de restauraciones hipotéticas, menciona constantemente la necesidad de conocer el uso que se dará a un edificio luego de la intervención para hacer un buen planeamiento, ya que “si el uso para el cual va a ser destinado el edificio es muy distinto del original…. probablemente necesitarás algunos apoyos adicionales para que el edificio se comporte” (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Fabbri no parece concebir la posibilidad de restaurar un edificio si no es para albergar alguna actividad en él.
Entonces, ¿cómo decidir entre conservación y restauración? Para Fabbri, el primer paso consiste en realizar un buen diagnóstico para “identificar los edificios, el grado de deterioro que tienen, las necesidades de intervención, las nuevas funcionalidades que te van a exigir, seguramente, una intensidad mayor” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Entonces, ¿cuáles son las definiciones de conservación y restauración que maneja Fabbri? Él mismo detalla las diferencias de la siguiente manera:
Conservar: Conservar la tecnología, por lo tanto, hacer las intervenciones reparando o introduciendo elementos de tecnología tradicional que son capaces de cubrir las necesidades estructurales y constructivas de un edifico.
Restaurar: Introducir un elemento que no es propio del edificio, que no ha estado en su origen, que no le pertenece a la lógica constructiva del edificio y que apunta a mejorar, a cambiar las condiciones de existencia originales, algún refuerzo estructural, alguna nueva tabiquería de muros, algunas coberturas adicionales. (Comunicación personal, 31 de octubre de 2017)
Sobre el conservador, en las Directrices Profesionales de la Confederación Europea de Organizaciones de Conservadores-Restauradores, se indica que “el conservador-restaurador es un profesional que tiene el entrenamiento, el conocimiento, las habilidades, la experiencia y la comprensión para actuar con el objetivo de preservar el patrimonio cultural para el futuro” (Grupo Español de Conservación del International Institute for Conservation, 2002, párr. 3). Por su parte, Fabbri menciona que “también es necesario que el conservador tenga una formación previa en otras materias generales para después pasar al campo de la conservación”. Continuando con el tema de formación, insiste en explicar que en los cursos de conservación que se dan en pregrado “se les advierte mucho a los estudiantes que estos cursos no los convierte en restauradores, sino que les hace nacer cierta vocación, llamar la atención sobre cierta sensibilidad con respecto al patrimonio histórico” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017) y en la misma conversación agrega que “el historiador de la arquitectura solamente ve el documento, el plano o el edificio; el conservador recién ve el interior, la naturaleza física del edificio y puede hablar de cómo está hecho” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017), afirmación que deja ver con mayor claridad su punto de vista.
Por último, cabe mencionar el interés que Fabbri demuestra por los entornos de los monumentos y sitios históricos, lo cual se evidencia en sus tesis de bachillerato y maestría. En cuanto a la ciudad de Lima, que aún posee una gran cantidad de espacios arqueológicos e históricos, Fabbri considera que estos deben salvarse e integrarse, ya que, por ejemplo, “también la arqueología tiene una relación muy estrecha con los edificios que se conservan y la necesidad de arquitectura nueva para complementarla” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Por otro lado, en relación a la arquitectura histórica, Fabbri ha realizado otro estudio, más reciente, en el distrito de Barranco, en Lima, con el objetivo de entender cómo la construcción del nuevo sistema de transporte Metropolitano afecta el lugar y su habitabilidad, y proponer medidas que se podrían tomar para recuperar el carácter peatonal del pequeño distrito (Fabbri, Montestruque & Maqueira, 2014).
Proyecto Integral de Restauración de la Casona de San Marcos y Adecuación a Uso como Centro Cultural
Martín Fabbri, con una visión teórica y práctica nacional e internacional, realizó el que quizás sea uno de los trabajos de conservación y restauración de un bien patrimonial más importante de los últimos años en la ciudad de Lima: la restauración de la Casona de San Marcos.
Este proyecto, iniciado en marzo del año 1992, fue llevado a cabo gracias a un convenio de cooperación entre la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (UNMSM) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Tuvo una duración de alrededor de 20 años, durante los cuales se realizaron labores para revertir el estado lamentable de deterioro en el que se encontraba el edificio, que estaba en peligro de ser demolido (Figura 11).
El edificio que actualmente alberga el Centro Cultural “La Casona” de San Marcos, como se la conoce hoy, fue fundado en 1605 por la orden jesuita para albergar el Noviciado de San Antonio de Abad. Luego, tras su expulsión del Virreinato del Perú, se convirtió en el Real Convictorio de San Carlos. Tras la proclamación de la Independencia, el edificio se convirtió en el Colegio Mayor de San Carlos, y llegó a ser, en 1867, la sede de la UNMSM. Durante el terremoto de 1966, sufrió severos daños, por lo que el rectorado se vio obligado a mudarse al nuevo campus, con lo que dejó el edificio en un lamentable estado de abandono (Centro Cultural San Marcos, s. f.).
Fue gracias al convenio de cooperación previamente mencionado que entre los años 1991 y 1992, luego de casi dos años de estudios, documentación y evaluación, se iniciaron los trabajos de este gran proyecto, que además sirvió para capacitar en restauración patrimonial, tanto mueble como inmueble, a una serie de profesionales locales.
Martín Fabbri y Ana Elisa Berenguel fueron los profesionales encargados de la intervención en el Centro Cultural. Como arquitectos restauradores, realizaron los trabajos de recuperación de los ambientes: optaron por metodologías y técnicas respetuosas de los tratados internacionales, especialmente pensadas para recuperar el valor histórico. Ambos arquitectos, formados en el ámbito nacional (Universidad Ricardo Palma, Lima) e internacional (Italia y España respectivamente) aportaron una visión integral y técnica al proyecto.
Como indica Bonilla (2015), son los promotores de los proyectos los que definen el rumbo que tomará la restauración. En este caso, la UNMSM y la AECID fueron los promotores que finalmente definieron las intervenciones que serían realizadas en el centro cultural, impulsando el servicio público y recuperación de memoria histórica del edificio.
Acercamiento a la metodología de intervención en el Centro Cultural “La Casona” de San Marcos
Debido a la gran envergadura del trabajo, por las dimensiones del espacio que se intervino (alrededor de 12,000 m2 de área), según indica Fabbri, fue necesario realizar diferentes tipos de análisis del edificio antes de iniciar con el trabajo: “se hicieron exploraciones arqueológicas que exige el Ministerio (de Cultura), así que se hicieron varias temporadas para explorar. En todas encontraron evidencias de estratos anteriores, antiguos pavimentos, canales, albañales que están recorriendo la zona, y algún material que también quedó como evidencia arqueológica en el lugar” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Sobre el edificio, menciona dos tipos de análisis realizados para conocer sus vestigios históricos y su estabilidad estructural. En cuanto al primer punto, indica que “se han hecho muchas calas de exploración, calas constructivas para ver los interiores de los muros, calas pictóricas, en el caso que existieran bienes muebles o bienes artísticos como la bóveda de la capilla,…. una memoria histórica, hemos recopilado toda la información que existía dispersa sobre la casa y sobre la universidad para poder recopilarla como material de trabajo del proyecto”. Respecto del análisis de estabilidad, señala que fue necesario “hacer algunos análisis estructurales nosotros, de resistencia de algunos materiales” (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
El tema económico es difícil porque nosotros trabajábamos con un presupuesto fijo y en realidad la actividad de la restauración puede arrojarte cosas inesperadas, entonces en muchos casos eso te obliga, en vista que la institución te va a dar un dinero fijo, a extender tus plazos o a postergar tareas. (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)
En los años 90, además de los conflictos internos y la inestabilidad económica, la globalización no había alcanzado aún su magnitud actual, por lo que es comprensible que el acceso a materiales de conservación, así como contar con el presupuesto necesario para obtenerlos, resultara una lucha constante. Para las labores realizadas en la Casona, cuenta Fabbri, se utilizó materiales locales, fáciles de reemplazar, que cumplieran su función según el nuevo fin del edificio, pero aclara lo siguiente:
Probablemente hoy yo lo haría distinto, en el sentido que hoy cuento con más materiales y con más posibilidades… hoy podría pensarse en una cosa más articulada, pero creo que el resultado final en relación al momento en el cual fue hecha la intervención ha dado un buen resultado, en el sentido que ha permitido que el edificio sobreviva bien, que se mantenga bien, en los términos en que la universidad lo puede hacer. (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)
Sobre estos nuevos materiales agregados, Fabbri menciona un ejemplo de la ciudad de Lima: el Centro Cultural Garcilaso de la Vega o Casa Aspíllaga, perteneciente al Ministerio de Relaciones Exteriores. Este edificio virreinal data de alrededor de 1685, según consta en una escritura de imposición de censo sobre el mismo (Centro Cultural Inca Garcilaso, s.f.), ha sufrido muchas modificaciones y cuenta con un patio con una galería de mármol. En cambio, “el patio de la Casona de San Marcos tiene una galería de gres cerámico que es un material más económico, más simple”. Explica que la diferencia entre ambos lugares radica en que “allá (Casa Aspíllaga) entran cinco embajadores en saco y corbata y acá (La Casona San Marcos) entran 500 chicos de 20 años, entonces en esa relación la casa creo que está sobreviviendo bien” (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Como ejemplo de uno de los problemas que hubo que solucionar en la Casona, Fabbri destaca el caso del Patio de Chicos. Este espacio, de un piso originalmente, se encontraba muy dañado, lleno de escombros y basura, por lo que, considerando la cantidad de jóvenes que utilizan el lugar, “se decidió hacer un segundo piso, una intervención muy intensa, porque no solamente se restauró ese fragmento que había, sino que se le agregó un fragmento bastante importante en tecnología contemporánea” (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017) (Figura 12).
Sobre este tema, el documento Principios para el Análisis, Conservación y Restauración de las Estructuras del Patrimonio Arquitectónico (ICOMOS, 2003) indica que “siempre que sea posible, las medidas que se adopten deben ser ‘reversibles’, es decir, que se puedan eliminar y sustituir por otras más adecuadas” (p. 3). La intervención en el Patio de Chicos fue realizada durante los años 90, antes de que existiese el documento citado. Al respecto, Fabbri menciona la importancia que suponía pensar en reversibilidad en ese momento: “en esos años nadie hablaba de reversibilidad y nadie se había atrevido a hacer eso…. me parece que el criterio de reversibilidad estuvo bien aplicado ahí, porque es una estructura de elementos metálicos, cubiertos con unos paneles, ligera en peso, desarmable hipotéticamente” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Fabbri se refiere a la falta de aplicación de la noción de reversibilidad en el Perú de esos años, el cual, si bien es relativamente nuevo, hoy se ha convertido en una consideración necesaria al realizar intervenciones en cualquier bien patrimonial.
A modo de crítica del uso de este término, el arquitecto menciona que “la idea de lo reversible, en la medida en que estás haciendo una estructura en donde va a vivir la gente, tiene que tener el criterio de que la intervención debe durar, es decir, le cuesta a la inversión pública entender que una estructura requiera un mantenimiento en corto plazo. Pero, por otro lado, a la conservación sí le interesa que aquello que yo intervengo requiera un seguimiento permanente y unas intervenciones cotidianas, preventivas, etc.” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
En cuanto a si se vio afectada o no la legibilidad del edificio luego de la intervención, Fabbri hace notar que la Casona es un edificio con más de 400 años de historia, por lo que destaca el servicio de guiado que ofrece, donde “la gente llega y tiene la información del caso con respecto a qué elementos pertenecen a qué fase histórica o a qué nivel de intervención” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Otro aspecto importante de esta intervención fue que se consideró el entorno del edificio como parte del mismo. Para Fabbri (comunicación personal, 31 de octubre de 2017) el Parque Universitario, ubicado frente a La Casona (ver Figura 13), es una especie de remanso en el centro de la ciudad de Lima, donde la gente puede sentarse y escapar del tráfico, encontrarse con alguien, tomar un café por la tarde, etc., lo cual permite que la gente se apropie e identifique, no solo con el edificio, sino con el entorno del mismo.
Como parte de todo proceso de conservación y restauración de monumentos, es necesario considerar qué pasará con el edificio una vez los trabajos hayan finalizado. Como se ha señalado antes, varios pensadores han considerado que una construcción necesita seguir siendo útil para sobrevivir en el tiempo. En ese sentido, Fabbri (comunicación personal, 31 de octubre de 2017) rescata varias acciones que la UNMSM ha realizado con respecto a la Casona, entre ellas el programa de guiado que es sostenido por la universidad sin ningún problema y está permanentemente disponible; otra es el gran acierto que tuvo la casa de estudios al abrir al público general su edificio, con lo cual se ha conseguido que sea valorado y se integre al medio. Fabbri emplea el edificio y su manejo actual como ejemplo para otras intervenciones, ya que estas parecen estar llevando un mensaje claro: “Si tú quieres que la gente conserve el patrimonio, te toca conservar el tuyo y abrirlo a los demás” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Por último, considera que hay un rol social que las instituciones tienen que cumplir en relación a los monumentos culturales que les pertenecen, un rol que muchos no están asumiendo, lo cual debería generar una advertencia a los gobiernos locales.
Opinión sobre el patrimonio inmueble del Perú
En Perú resulta usual presenciar cada cierto tiempo cómo una antigua casona es destruida por un incendio accidental, cómo un complejo arqueológico de miles de años de antigüedad se pierde por el uso indiscriminado de una pala mecánica o cómo se lotizan terrenos con claras evidencias de ocupación prehispánica. El patrimonio arquitectónico peruano corre peligro, y no parece que la situación vaya a cambiar pronto.
Sobre esto, Fabbri pone como ejemplo lo que él denomina “sensación de pérdida”, la cual es provocada por el constante cambio del paisaje urbano, donde las edificaciones antiguas colindan con grandes edificios modernos que rompen el paisaje y opacan a las primeras. Usando de ejemplo el distrito de Barranco, el arquitecto afirma que “probablemente las 194 casas que son declaradas patrimoniales en Barranco están ahí, pero ahora están acompañadas de edificios o están sirviendo ellas, estas casas, para unos negocios de mal gusto” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Gestionar bienes inmuebles resulta una tarea considerable, sobre todo en un país como el Perú, que cuenta con tantos sitios históricos y arqueológicos en todas sus regiones. Fabbri parece tener una idea clara sobre cuál sería la mejor forma de llevar a cabo este trabajo:
Aparentemente no es posible asignarles a todos esos inmuebles el mismo nivel de conservación o, en todo caso, no es posible declararlos a todos en la dimensión de patrimonio nacional, pareciera que no tiene sentido, entonces probablemente vamos a tener que dirigirnos hacia una ley más articulada que pueda asignarles valores patrimoniales a construcciones menores en el ámbito barrial, distrital y recién ahí urbano y finalmente nacional. (comunicación personal, 31 de octubre de 2017)
Martín Fabbri en la actualidad
Hoy en día Martín Fabbri no solo trabaja como arquitecto restaurador, sino que ha llegado a las aulas de dos universidades, donde comparte sus conocimientos. Es docente de Historia de la Arquitectura de la Escuela de Arte de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM e investigador del Instituto de Investigaciones Humanísticas de la misma universidad. Además, es docente de los cursos de Proyecto de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Edificado en la Carrera de Arquitectura e investigador del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima.
Siendo uno de los arquitectos restauradores más reconocidos a nivel nacional, que ha desarrollado uno de los proyectos de restauración más prolongado en el territorio peruano (La Casona de San Marcos), Fabbri menciona algunas falencias que, cree, se deberían subsanar en relación a la conservación del patrimonio arquitectónico local. En primer lugar, señala a los arquitectos y su relación con la historia de la arquitectura peruana; al respecto, afirma que es necesario que conozcan bien la historia de la arquitectura, pues “todo tiene una relación estrecha, no hay ninguna cosa que se haya producido en el campo del patrimonio de manera aislada, todo tiene relación con la época, con la tecnología, con los gobiernos, con las tendencias y eso hay que verlo como una integridad, lo cual es una exigencia muy fuerte… necesitamos unos mecanismos de comprensión del valor histórico del objeto” para intervenir en él. Además, resalta la importancia de definir terminología para la arquitectura edificada durante las últimas décadas, ya que, como dice, no se cuenta con ella. Por ejemplo, menciona anécdotas de alumnos que hacen clasificaciones de historia usando términos como “arquitectura de la época de Leguía” o del “odriísmo”, los cuales no pertenecen al ámbito del arte ni de la arquitectura: “No existe una arquitectura moderna, existen varios tipos de arquitectura que tienen características distintas y esas las tenemos que saber” (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
En cuanto los conservadores, Fabbri destaca la relación estrecha que deben mantener con la historia, que deben conocer y estudiar, siempre curiosos de descubrir más. Afirma que, a diferencia del arquitecto, “el conservador recién ve el interior, la naturaleza física del edificio y puede hablar de cómo está hecho” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Por último, sobre los trabajos de restauración, Fabbri cree que se debería pensar en lo público, que se debe trabajar considerando a la mayoría de personas del entorno para que el trabajo pueda ser asimilable por cualquiera y, de esta forma, las personas puedan asumir también hacerse cargo del patrimonio: “El patrimonio debería ser parte de nuestra misión, hacer todo esto muy abierto, muy público, muy compartido, muy de todos” (comunicación personal, 31 de octubre de 2017). Por último, señala lo siguiente:
Hay que hacerlo (involucrar a las personas), pero probablemente tendremos que inventar nuestras maneras, con mucho orden, porque no tenemos orden, entonces regular este tipo de cosas probablemente sea parte de nuestra labor. Eso tiene que ser a nivel de los municipios, porque no es posible que el gobierno reglamente acciones que tienen que ver con realidades geográficas distintas, personas y horarios. (M. Fabbri, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)
Conclusiones
Del análisis de la entrevista desarrollada, se desprenden algunos temas de discusión que expresan cómo el arquitecto restaurador Martín Fabbri combina sus conocimientos y experiencia para llevar a cabo sus trabajos, y difundir la conservación y restauración del patrimonio edificado peruano.
La idea de Fabbri de que es necesaria la habitabilidad del edificio para asegurar su preservación no es un concepto reciente. Por otro lado, sobre la mínima intervención, esta es una idea usada por Brandi, y replicada por Fabbri al respetar las técnicas y materiales originales del monumento. Así, los lineamientos actuales que maneja Fabbri destacan el hecho de que los proyectos de restauración deben elaborarse siempre a partir de la consideración del uso futuro que se le dará al edificio, sin olvidar a las personas que transitarán por él, y sin crear falsos históricos al reemplazar partes del mismo.
Con la aplicación de la reversibilidad en el Patio de Chicos de la Casona de San Marcos podemos comprender como Fabbri utiliza esta consideración, novedosa en el momento, pero importante en la actualidad, que luego se haría oficial en documentos internacionales como Principios para el Análisis, Conservación y Restauración de las Estructuras del Patrimonio Arquitectónico (ICOMOS, 2003). Como se puede apreciar en la imagen obtenida (ver Figura 12), en el proyecto existe una clara distinción entre la sección original y el agregado, el cual no interrumpe la lectura general del espacio ni daña o debilita la estructura original.
Las acciones que ejecuta Fabbri en los procesos de restauración conllevan un proceso de reflexión, discusión y toma de decisiones, necesario para el trabajo en restauración. Esto resulta evidente cuando explica la decisión de colocar gres cerámico en el piso del Patio de Chicos en lugar de otro tipo de material. Queda claro que para llegar a esta conclusión fue necesario analizar y comprender el uso que tendría el edificio una vez habilitado para recibir personas nuevamente. No se decidió colocar mármol o algún otro material, como muestran otras casonas, sino que se colocó un piso resistente y económico que, al igual que los paneles agregados al segundo piso en el Patio de Chicos, no interrumpe la lectura ni daña la estructura, sino que, como afirma Fabbri, permite que el edificio sobreviva y se mantenga bien (comunicación personal, 31 de octubre de 2017).
Fabbri ofrece definiciones de conservación y restauración que no resultan distintas a las propuestas por el Consejo Internacional de Museos - Comité de Conservación (ICOM-CC, 2008) que elaboró un documento donde se define cierta terminología, con el fin de facilitar la comunicación entre los profesionales. Este documento fomenta el uso de algunos términos, entre los que están conservación curativa, que se refiere a acciones directas sobre el objeto para detener procesos de deterioro o reforzar estructuras, que se aplican para evitar la pérdida del bien; y restauración, que refiere a acciones directas realizadas sobre un bien estable y sin peligro de pérdida, para facilitar su comprensión, lectura y uso. La llamada conservación curativa coincide con la definición de Fabbri de conservación, que implica reparar utilizando tecnología tradicional hasta estabilizar, mientras que la noción de restauración planteada por ICOM-CC se corresponde con las ideas del arquitecto con respecto a introducir elementos nuevos, que no son propios del edificio, y de nuevas coberturas, las cuales podrían cambiar la apariencia. Las definiciones que propone Fabbri son un gran aporte a la conservación de monumentos, ya que parecen estar bien delimitadas y poseen cierto respaldo.
Queda abierto el desafío de profundizar en cuanto a otros conceptos relacionados a la restauración patrimonial, como acondicionamiento, rehabilitación y consolidación, entre otros, así como contrastar las definiciones y el uso que otros profesionales de la restauración dan a estos conceptos.
Trabajar con edificios es trabajar con y para las personas. Por lo tanto, resulta crucial tomar en cuenta qué pasará con las personas que frecuentan los alrededores y, de tratarse de un espacio que se habitará, cómo vivirá la gente en él. Gestionar estos aspectos es necesario para asegurarle al edificio una buena vida posterior a la intervención. Como afirma Fabbri (comunicación personal, 31 de octubre de 2017), involucrar a las personas es primordial, para que sean ellas mismas quienes cuiden los monumentos, importante trabajo que debe realizarse sin necesidad de tener una intervención planificada. Declarar un monumento “bien protegido” no será lo que lo salve, sino la comunidad que logre apropiarse de y que genere vínculos con el bien, en la medida en que le otorgue valor y consiga protegerlo.
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Figura 11. Vista del Centro Cultural de San Marcos.
Fotografía de A. Gambetta, 2018.
Figura 12. Patio de Chicos, con el segundo piso agregado.
Fotografía de A. Gambetta, 2018.
Figura 13. Detalle del Parque Universitario frente al Centro Cultural de San Marcos.
Fotografía de A. Gambetta, 2018.