Memoria territorial y patrimonial.

Artes y fronteras

eric bonnet, François soulages y Juliana zevallos (Editores)

Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2014.

Reseña de Alberto Martorell Carreño

Bajo el título Memoria territorial y patrimonial. Artes y fronteras, se presentan los trabajos expuestos en el Primer Coloquio Internacional Creaciones geoartísticas, realidades geopolíticas, las fronteras y la movilidad desde los sitios históricos de Carabayllo, Lima, promovido sobre todo por el tesón de Juliana Zevallos, una de las editoras.

El libro se divide en cinco partes, tituladas “Fronteras y territorio histórico”; “Arqueología y sitios de Carabayllo”; “Museo y tecnología”; “Artes, arquitectura y patrimonio”; y “Diálogo entre creación contemporánea y arqueología”.

Dado que el libro se caracteriza por tener una aproximación territorial al distrito limeño de Carabayllo, no lo analizaremos siguiendo la división antes descrita, sino que lo plantearemos más bien conceptualmente. Encontramos que hay un núcleo central en la propuesta de aproximación a la historia de Carabayllo mismo, que es esencialmente la hacienda Punchauca. Por ello, los artículos directamente referidos a esta constituyen el núcleo conceptual del libro.

En un segundo grupo, situamos los artículos vinculados al entorno territorial inmediato de Punchauca, el distrito de Carabayllo, y el entorno del distrito mismo, Lima Norte. Después comentaremos los artículos que presentan ese entorno desde los puntos de vista arqueológico, arquitectónico y artístico. Hallamos además una serie de artículos interpretativos y tecnológicos, que tratan sobre museos y tecnologías útiles a los bienes. Estos últimos son los que menos contribuyen, pese a su calidad, al objetivo principal de la publicación.

Sobre Punchauca, el núcleo temático, escriben Quispe Pastrana (“Hacia el bicentenario. ¿Se puede recuperar Punchauca?”) y Mould de Pease (“La casa hacienda de Santiago de Punchauca y su capilla, patrimonio arqutectónico recuperable”). En ese mismo grupo central encontramos “La célula urbana: Interviniendo nuestra memoria construida en Punchauca”, de Del Castillo, Hayakawa y Leandro. Estos últimos autores conjugan en el texto sus conocimientos arquitectónicos, propuestas de apropiación social a través de talleres y su optimismo en una visión de Punchauca a 2021, una visión de futuro creativamente planteada. En ese año, un potencial visitante conocería una “Punchauca nueva (que) es la historia de una gran victoria” (p. 180). Esperemos que sea así.

Sobre el distrito de Carabayllo, el artículo más directo es el de Javier Lizarzaburu, quien incorpora su valiosa visión histórica integradora de los diversos periodos de una ciudad al caso específico. Podría tal vez el libro haberse fortalecido con más artículos que traten directamente sobre Carabayllo, que en los siguientes es analizado como parte del entorno mayor, Lima Norte. Entre estos están los aportes de Alberto Bueno, desde el punto de vista de la arqueología (“Secuencia cultural del Bajo Chillón y Ancón”); y Santiago Tacunan, desde la Historia (“Comas, historia y tradición de un distrito de Lima Norte”). Respecto a lo artístico podríamos decir que lidia con este aspecto el artículo de Jorge Rodríguez Mallqui (“Primavera en el barrio”), que se centra en una experiencia artística puntual (digna de elogio, por otra parte) que tiene lugar en Comas, distrito que colinda con Carabayllo.

Hay otros artículos que buscan plantear un contexto teórico mayor. Resulta destacable en ese sentido el texto de François Soulages (“El inconsciente fronterizo”), una aproximación teórica y reflexiva a un tema clásico: las fronteras como espacios que definen, conectan, niegan, desconectan. También el de José Canziani (“Lima, el patrimonio monumental y el impase urbano territorial”), que puede considerarse una respuesta al anterior: “En la concepción del mundo indígena, tanto en los Andes como en la Amazonía, el territorio es asumido como una extensión de la realidad corporal y así, en un amplio sentido figurativo, el territorio constituye una suerte de segunda piel” (p. 31). Cabría preguntarse si caben las fronteras en la piel, o si estas son resultado del contexto contacto con lo occidental. El artículo de Herbert Rodríguez, por su parte, plantea un contexto para la reflexión en torno a la problemática del patrimonio en general, Punchauca incluido (“Patrimonio, interculturalidad, ciudadanía”). En este grupo conceptualmente intenso, se encuentra también el artículo de Bonnet (“Las fronteras del tiempo, patrimonio histórico y creación contemporánea”).

Juliana Zevallos plantea un reto interesante: busca combinar su formación como artista visual con una concepción vigente y contemporánea del patrimonio. El patrimonio es un instrumento para la mejora de la vida, pero resulta no solo maltratado sino degradado a la categoría de una a-ruina, no solo destruido físicamente, sino “despojado de su legado contextual que es la memoria del lugar” (p. 161).

En el fondo, se trata de recuperar de esa condición de despojo simbólico los bienes culturales en general. En el caso que tratamos, los esfuerzos se centran en Punchauca y Carabayllo. Tal vez podría haberse encontrado más aristas para avanzar en perfilar proyectos concretos. Pero, sin duda, el libro y sus autores han contribuido a que, por ejemplo, hoy esté por aprobarse un Proyecto de Ley que marcaría un inicio, al menos simbólico, de la restauración de Punchauca de cara al bicentenario, lo que hace de esta una publicación valiosa. Eventos como el que la inspiraron deben seguir alentándose.