devenir vol. 12, n°24, jUlio - diciembre 2025, pp. 57-78 - estUdios issn 2312-7562 e-issn 2616-4949 Universidad nacional de ingeniería, lima
doi: https://doi.org/10.21754/devenir.v12i24.2250
PAISAJES VELADOS: LECTURA DE LA EXPLANADA DE AUCAYPATA DURANTE EL IMPERIO INCA - CUSCO (*)
VEILED LANDSCAPES: ANALYZING THE AUCAYPATA ESPLANADE DURING THE INCA EMPIRE IN CUSCO
KAREN TAKANO VALDIVIA(**)
https://orcid.org/0000-0001-7885-6632 ktakano@pucp.edu.pe
Universidad Politécnica de Madrid (España)
Fecha de recepción: 8 de julio de 2024 Fecha de aprobación: 20 de diciembre de 2024
RESUMEN
La explanada de Aucaypata —Plaza de Armas del Cusco— fue el centro del Imperio Inca; posee una superposición temporal de paisajes velados bajo capas de tierra. El objetivo de la investigación es aportar al conocimiento del paisaje urbano prehispánico, integrando hallazgos realizados por in- vestigadores de los campos arqueológico, arquitectónico, antropológico e histórico, para poner en valor la historia de este espacio fundamental. La aproximación es historiográfica a partir del método cualitativo, a nivel exploratorio y descriptivo.
Los paisajes velados hallados se dividen en dos: (a) paisaje extendido, escala territorial y (b) paisaje transportado, dentro de los límites de Aucaypata, desplazamientos temporales de sustratos y árbo- les, paisajes imaginados o inusuales.
De lo hallado se infiere que la concepción del paisaje inca fue más que una serie de operaciones físicas con fines estéticos o productivos. El carácter simbólico y sagrado de las intervenciones en el territorio manifiesta relaciones de suma complejidad.
Inca; paisaje cultural; patrimonio; patrimonio cultural
ABSTRACT
The Esplanade of Aucaypata, located in the main square of Cusco, played a pivotal role as the central physical focal point of the Inca Empire, with intricate landscapes hidden beneath the surface. The research endeavors to deepen our comprehension of the pre-Columbian urban landscape by amalgamating insights from diverse disciplines such as archaeology, architecture, anthropology, and history. Employing a historiographic methodology grounded in qualitative analysis, the study operates at an exploratory and descriptive level.
The veiled landscapes are divided into two: (a) extended landscape, territorial scale, and (b) trans- ported landscape, within the limits of Aucaypata, temporary displacements of substrates and trees, and imagined or unusual landscapes.
What was found suggests that the conception of the Inca landscape was more than a series of phys- ical operations with aesthetic or productive purposes. The symbolic and sacred character of the interventions in the territory shows highly complex relationships.
KEYWORDS
Inca; cultural heritage; cultural landscape; heritage
(*) Este artículo se basa en la tesis de Maestría en Paisaje y Territorio de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales (FAAD-UDP), Paisaje revisitado. El vacío como un factor de construc- ción del paisaje (2017) e inicio del proyecto doctoral en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM-UPM), sobre el sistema de ceques inca.
(**) Doctorando del Programa Transversal en Arquitectura y Urbanismo de la ETSAM-UPM, España. Arquitecta por la Universidad Ricardo Palma, magíster en Paisaje y Territorio por la FAAD-UDP. Docente Asociada del Departamento Académico de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
La ciudad del Cusco, capital del Imperio del Tahuantinsuyo, se organizó en dos mita- des: el Hanan (alto) Cusco y el Hurin (bajo) Cusco. El sistema vial Qhapaq Ñan (camino real inca) era el principal estructurador de la traza urbana, recorriendo las cuatro re- giones del imperio y teniendo como naciente a la explanada de Aucaypata —o sus alrededores1— en el centro del Cusco (ver Figura 1).
Graziano Gasparini, Luize Margoilles y Germán Zecenarro, basándose en Bernabé Cobo, indican que este punto podría situarse en el borde sureste de Aucaypata; Idilio Santillana, basándose en Bernabé Cobo, Juan de Betanzos y Pedro Sarmiento de Gamboa, señala que el origen de los cuatro caminos estaría en el templo del Coricancha, pero no se ha llegado a un acuerdo sobre el tema. María Rostworowski señala que podría encontrarse en el Templo del Sol o en un extremo sureste de la actual plaza.
Según Santiago Agurto (1979), el centro de la ciudad fue el lugar de residencia de la no- bleza incaica. Estaba circundado por un cinturón de espacio cultivado. A partir de allí, se establecía el crecimiento urbano —10 o 15 barrios— donde vivían los nobles de menor rango. Los barrios se estructuraban a partir de la confluencia de los cuatro caminos prin- cipales, hacia los cuatro suyos (regiones del imperio), y se piensa que en cada confluen- cia había tres barrios. El resto de la población y los habitantes de grupos conquistados se ubicaban constituyendo una población periférica. Todo ello sumaba una extensión aproximada de 476 hectáreas, a la que le seguía la zona suburbana, que llegaba hasta los 5 km de radio, mientras que la zona rural comprendía un radio total aproximado de 50 km. Entre la zona suburbana y la zona rural existía un segundo cinturón de crecimiento y reserva que se encontraba también cultivado, pero que no se habitaba.
El inca Pachacútec, noveno Sapa Inca (único inca), quien habría gobernado entre 1438 y 1471 (Santillana, 2001), fue un planificador visionario y estratégico, el artífice de la gran trasformación urbana del Cusco. Convirtió un poblado pequeño en una ciudad planificada y quiso darle la forma de un puma yaciente sobre el curso del río Saphy, su lomo sería el curso del río Tullumayo y tenía por cabeza a la fortaleza de Sacsayhua- man. La cola era la confluencia de los ríos Saphy y Tullumayo. Aucaypata sería el vientre del puma; las obras durarían alrededor de 20 años (Rostworowski, 2013).
Para el diseño de sus calles y edificaciones, se realizaron maquetas de barro con las que el mismo inca trazó calles y canchas en el campo, acompañado por un grupo de
Figura 2. Fotomontaje hipotético de la forma de puma sobre una captura fotográfica del tejido urba- no del centro del Cusco de Google Earth. Nota. Basada en la imagen La forma del puma según Rowe y otras dos posibles alternativas, según Gra- ziano Gasparini y Luise Margolies. En: Gasparini, G. & Margolies, L. (1977). Arquitectura Inka. Caracas, Venezuela: Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela (p. 50). Adaptado de [Cen- tro Histórico del Cusco], de Google, s.f., https://earth.google.com/web/@
-13.52021,-71.9786626,4372.614909
75a,0d,35y,-0h,0t,0r/data=OgMKATA. Todos los derechos reservados 2024 por Google. Adaptado con permiso del autor (2024).
curacas y notables. Graziano Gasparini y Luise Margolies (1977), señalan que el con- cepto de ciudad que tuvo Pachacútec era distinto al occidental, por lo que sería mejor llamarla capital, como una representación física del poder (ver Figura 2).
Actualmente es la Plaza de Armas del Cusco y Cusipata es la Plaza del Regocijo. Ambos espacios sumados conformaron uno solo en el tiempo prehispánico, separados por el canal del río Saphy o Huatanay, difiriendo ligeramente en tamaño y proporciones del espacio original.
En tiempo inca, el espacio era casi cuadrangular y se encontraba delante de las casas reales de los diversos incas, el Sapa Inca —gobernante— y sus predecesores extintos, quienes seguían custodiando sus panacas o familias reales. La explanada principal fue el centro cívico, político y religioso, y empalmaba con un segundo espacio abierto lla- mado Cusipata, el lugar del mercado y del regocijo (su traducción al castellano) flan- queado por andenes sagrados. En tiempo colonial, Aucaypata siguió siendo el espacio más importante, desde lo cívico, político, religioso, y pasó a ser el mercado (Rostwo- rowski, 2013). Los espacios públicos y las plazas no eran extensos ni numerosos; por el contrario, eran compactos y se referían básicamente a la necesidad religiosa (Santi- llana, 2001). Igualmente, las calles y callejones eran bastante estrechos; aquí primaba el respeto por la tierra libre y productiva, que era un bien preciado en la medida que surtía alimentos.
En este vacío, existían dos elementos construidos señalados por los cronistas. Uno era el usnu o usno, que era una construcción escalonada y compacta de piedra (a manera de trono) desde donde el inca presidía las ceremonias. El otro era un espacio circular, a manera de torre, denominado sunturwasi, como parte del Palacio de Viracocha. Gra- ziano Gasparini y Luise Margolies (1977) señalaban que los edificios más importantes
—tanto simbólica como representativamente— para el poder religioso y político del
Posible inicio de los caminos hacia los cuatro suyos
Estado inca se ubicaban rodeando la explanada de Aucaypata. Por lo que se cono- ce, la explanada era una gran extensión de tierra que finalizaba hacia el sur en un conjunto de andenes sagrados y que, por los demás frentes, estaba flanqueada por construcciones donde habitaban las familias reales y que tenían como construcción circundante más importante al Palacio de Viracocha (Gasparini & Margolies, 1977). Posteriormente, con la llegada de los españoles, sobre este reciento se erigió la cate- dral del Cusco (ver Figura 3).
María Rostworowski (2013), señalaba que la explanada central estaba dividida en Au- caypata (llanto o espacio sagrado) y Cusipata (regocijo). Es importante comprender que estos espacios, más allá de congregar a muchas personas, se ubicaban en el cen- tro de todo lo construido —dejándolo vacío— y coincidiendo también con el punto inicial del sistema de Caminos del Inca —hacia los cuatro suyos o regiones— y con la cercanía del inicio del sistema de ceques en el Templo del Sol o Coricancha. En los templos y demás edificaciones ocurrían eventos de menor relevancia para funciones y grupos específicos (ver Figura 4).
El arqueólogo Idilio Santillana (2001) realiza una serie de acotaciones acerca del valor de las plazas del Cusco como espacios rituales y de congregación, citando a Pedro Pizarro, indica que el P’unchaw2 era movilizado a diario desde el templo del Sol (Coricancha) y puesto sobre un escaño en Aucaypata de modo que presidiera las ceremonias.
El arquitecto Germán Zecenarro (2011) detalla las actividades que los incas realizaban en el vacío de Aucaypata, de la misma manera que Julián Santillana refiere que las ceremonias importantes no ocurrían en los templos —espacios cerrados— sino en el vacío central.
Para el historiador cusqueño Víctor Angles (1988), la zona oeste o explanada de Au- caypata era utilizada para las grandes ceremonias religiosas y sociales, mientras que la zona este o Cusipata, para el jolgorio después de esas ceremonias.
A partir de las investigaciones contrastadas se encontró una serie de datos particulares de tiempo inca sobre este espacio. Las páginas posteriores intentarán organizar dicho material sobre la base de dos criterios: (a) paisaje extendido y (b) paisaje transportado.
El enfoque de la presente investigación es cualitativo, a nivel exploratorio y descripti- vo. Al no existir investigaciones precedentes que posean este enfoque para el caso de estudio, se ha empleado el método historiográfico a partir del análisis documental de una serie de hechos recogidos por otros investigadores —antropólogos, arqueólogos, arquitectos e historiadores— y de los escritos de un grupo de cronistas coloniales. Luego de la lectura, análisis, interpretación y comparación de las diversas fuentes, se establecieron dos criterios para organizar los paisajes velados dentro de Aucaypata: (a) paisaje extendido y (b) paisaje transportado.
Dos investigaciones señalaron el derrotero de este trabajo desde los campos arqueo- lógico y arquitectónico: el artículo “La explanada sagrada Awkaypata: Santuarios an- dinos en la Plaza de Armas del Cusco y sus inmediaciones” del arquitecto Germán Zecenarro Benavente (2011), quien investiga la Plaza de Armas del Cusco y la adya- cente Plaza del Regocijo como los espacios vacíos de mayor importancia en el Cusco prehispánico. Por otro lado, las investigaciones del arqueólogo Julián Santillana han sido fundamentales, principalmente el capítulo de libro Las Plazas del Cusco y el espacio ceremonial Inca (2001), donde resalta el valor de los espacios vacíos del Cusco prehis- pánico como lugares rituales.
En cuanto al paisaje prehispánico peruano se consultaron cuatro textos: el artículo de Wiley Ludeña Urquizo (2008) “Paisaje y paisajismo peruano: Apuntes para una historia crítica”; el libro de Carlos Brignardello (1999) Simbología prehispánica del paisaje, el li- bro de Tom Zuidema (2005) El Calendario Inca: Tiempo y espacio en la organización ritual
Imagen dorada del dios Sol.
del Cusco. La idea del pasado, el libro del arquitecto Jean Pierre Crousse (2016) El paisaje peruano, y el libro Paisaje y territorio en el Perú del arquitecto José Canziani (2021).
Para el análisis de la zona monumental de la ciudad del Cusco, se revisó el libro de Santiago Agurto (1979) Cusco. La traza urbana de la ciudad inca y el estudio El Centro Histórico del Cusco. Consideraciones para la Renovación de su Gestión (2013), editado por la Municipalidad del Cusco y Rossano Calvo.
En cuanto a la historia del espacio urbano inca, se revisaron los libros El palacio, la plaza y la fiesta en el Imperio inca, editado por Craig Morris (2014); de Graziano Gasparini y Luize Margolies (1977) Arquitectura Inka, una de las pocas investiga- ciones que cuenta con interpretaciones gráficas de los espacios inca; y Ciudad y Territorio en los Andes, Contribuciones a la Historia del Urbanismo Pre Hispánico de José Canziani (2009). Adicionalmente, el libro del arqueólogo Julián Idilio Santillana (2012) Paisaje Sagrado e ideología inca: Vilcas Huaman, que presenta similitudes con lo ocurrido en el Cusco.
Para investigar sobre la historia del gobernante inca que realizó las mayores transfor- maciones urbanas en el imperio —Pachacútec Inca Yupanqui—, se ha recurrido al libro homónimo de la historiadora María Rostworowski (2011) Pachacutec Inca Yupanqui. De la misma autora se ha revisado el libro Historia del Tahuantinsuyu (2013) para consultar los datos históricos y las crónicas referidas al desarrollo espacial y social del Imperio Inca. Finalmente, se han revisado las crónicas de la época de la Conquista de Pedro Pizarro (2013) Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú (1571). En lo referido a cronistas coloniales, se ha revisado el libro de Luis Nicolau (2010) Cronistas de las culturas precolombinas, reedición del original de 1963. Del mismo modo, se han revisado los libros del cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala (2014) El primer nueva corónica i buen gobierno (1613) y los Comentarios reales de los Incas del Inca Gar- cilaso De la Vega (2014), trabajo original de 1609 (ver Figura 5).
Dentro de la teoría del paisaje existe un vínculo entre el hombre y la naturaleza, una relación interdependiente que incluye las acciones del ser humano para domesticar su entorno. Esta relación podría corresponderse con la identidad de un sistema territorial y no solo con la escala de lo que abarca la mirada. No obstante, en las disciplinas espe- cíficas, el vínculo de los estudios territoriales y los estudios paisajísticos cuenta como una separación conceptual entre ética y estética. Lo que pretende el presente artículo es relacionar ambas escalas como sistemas interdependientes y complementarios. En la mirada prehispánica del paisaje no existe escisión, los paisajes velados se presentan
Figura 5. Plaza de Armas del Cusco desde la Plazuela de San Francisco de Borja
como una oportunidad para comprender mejor la historia y evolución urbana del con- texto estudiado.
Al contrastar los datos hallados por los autores mencionados a lo largo del texto, se podrá apreciar que en Aucaypata hubo una serie de operaciones que refuerzan su carácter ritual y neurálgico dentro del espacio urbano inca.
Los paisajes de carácter temporal, a los que hemos llamado transportados, organiza- ban una serie de elementos como árboles, objetos decorativos rituales (animales y plantas reales y fabricados con metales preciosos) y elementos hallados en la natu- raleza (el agua y la arena), pero otorgándoles un carácter simbólico y ritual desde la acción artificial de cambiarlos de lugar para producir paisajes escenográficos tempo- rales. En cuanto a las operaciones de mayor escala, el sistema de ceques representa una organización territorial de la compleja geografía, producción, comunicación y estructura social, que superaba la escala de lo que usualmente está entendido como paisaje; de la misma manera, la bipartición de la ciudad y la cuatripartición de los su- yos del imperio que tuvieron su punto de origen en las cercanías de Aucaypata, esos puntos de coincidencia relacionan a todos los paisajes o estructuras de organización del territorio; por tanto, se podría inferir que conformaban un único sistema en el que cada elemento poseía particularidades de tamaño, emplazamiento, usos, caracteriza- ción y conformación espacial.
Estas transformaciones del espacio podrían considerarse paisajes invisibles como su- giere Joan Nogué (2009), es decir, aquellos restos de antiguos paisajes que actual- mente constituyen capas —como palimpsestos— o acciones que pertenecieron a culturas ancestrales.
Para poder referirnos a las dos escalas del paisaje inca se han consultado los trabajos de Ludeña (2008), Crousse (2016) y Canziani (2021), quienes han sido capaces de ca- racterizar el paisaje prehispánico otorgándole un sentido que en épocas pasadas no se había intentado.
Wiley Ludeña (2008) sostiene, en cuanto al paisajismo preinca e inca, que la relación entre la sociedad y su paisaje fue mitopoética, porque en los sitios arqueológicos que han llegado a nuestros días se puede apreciar la adaptación y la armonía, fiel reflejo de una relación unitaria del mundo inca entre cosmovisión y paisaje. Todo lo anterior estuvo soportado por el animismo polimórfico, que, sumado a la cosmovisión, la natu- raleza y otras manifestaciones del paisaje, resultó en una significación mítico-religiosa. Cada elemento poseía su genius loci además de su propio espíritu. El culto a la tierra y al agua, así como de la importancia de los cerros como deidades verticales (apus) que conectan con el sol y la lluvia, son otras formas de la relación descrita.
En el caso de los paisajes transportados propuestos, según la caracterización del pai- saje prehispánico propuesta por Ludeña, serían equiparables a lo que él denomina paisaje evocado: paisajes de miniatura, para soñar y jugar, es decir, objetos sagrados de escalas variables, apus en el caso de la escala territorial, u objetos domésticos y pequeños con gran valor significativo tanto individual o colectivo, como las conapas, la piedra de Saywuite, maquetas de paisajes y huacos maqueta.
En cuanto a la gran escala, podríamos relacionar lo hallado con lo que él ha deno- minado paisajes de superficie: en trama y relieve y en línea, como la construcción y emplazamiento de diversos objetos bidimensionales y tridimensionales que poseían dimensiones y estructuras morfológicas diversas, estableciendo relaciones de armo- nía, mímesis o contraste con el lugar en el que se emplazaban. Pueden ser utilitarios o sagrados, algunos ejemplos serían las llactas o ciudades, huacas, apus, andenes y pliegues en cerros, y lo denomina tatuaje en cerros o piel sagrada. Complementado
este grupo, la variante de los paisajes en línea contemplaría la modelación territorial a partir de la red de caminos inca.
En el caso de Jean Pierre Crousse (2016), al referirse a los términos en quechua que definen el paisaje, basándose en lo que Agustin Berque propuso dentro de los atribu- tos del pensamiento paisajero, encuentra las palabras ayllu y pacha, donde el primer término se refiere a las personas como sociedad y familias, pero también a la relación cosmológica que poseían con el entorno: montañas, ríos y otros seres que, siendo en muchos casos deidades, trascendían su calidad de objetos para construir una relación recíproca de parentesco con los humanos.
En la caracterización del paisaje prehispánico propuesta por Crousse, quien se basó en los estudios de Ludeña (2008), se podría relacionar a los paisajes transportados con lo que él denomina crianza de la fauna y flora, conjunto en el que están contenidos los jardines y los corrales sagrados. En cuanto a las operaciones de gran escala podríamos relacionarlas con la crianza del cielo (ceques y observatorios astronómicos), crianza de deidades (apus, huacas y apachetas) y crianza de los seres humanos (andenes de habitación, caminos y puentes, islas flotantes, llactas y recintos hipogeos).
En cuanto a la arquitectura del paisaje en tiempo inca, José Canziani (2021), basándose en algunas ideas propuestas por Agustin Berque y Javier Maderuelo, en el caso de los
complejos reales ubicados en el valle del río Urubamba, observa cómo la planifica- ción urbana y espacial inca fue capaz de complementarse con los sistemas de ande- nes, que más allá de un sistema de terrazas productivas o meramente agronómicas, manifiestan la intención de transformación o creación de un paisaje: “Se ofrecen así, desde el paisaje, perspectivas que enlazan y exaltan la visión de lo edificado: la pro-
pia arquitectura y su proyección en el paisaje, es decir, la arquitectura del paisaje” (Canziani, 2021, p. 226).
El autor se refiere también a una infinidad de intervenciones prehispánicas que ponen en evidencia la sensibilidad paisajística de sus autores —en diversas escalas— desde objetos decorativos hasta la escala territorial en el caso del sistema de ceques: “Sin em- bargo, además de los elementos físicos y tangibles que edificaron este paisaje urbano, es importante destacar otros componentes intangibles que organizan el ordenamien- to sacro del territorio desde la ciudad, mediante la presencia del sistema de ceques” (Canziani, 2021, p. 240).
A continuación, se puntualizan algunos hechos relevantes de la cronología de la ocu- pación del vacío central del Cusco que serán útiles para comprender los resultados:
Antes de 1400, Manco Cápac, primer Sapa Inca, funda el Imperio Inca y elige un panta- no flanqueado por dos ríos (tinkuy), Saphy y Tullumayo (Angles, 1988). Seguidamente Sinchi Roca, segundo Sapa Inca, solicita secar el pantano depositando una capa de dos palmos y medio de tierra traída de las montañas cercanas al Cusco (Angles, 1988). Pa- chacútec Inca Yupanqui, noveno Sapa Inca, solicitó retirar dicha tierra y mandó a cubrir la explanada con una capa de 2 palmos y medio de arena traída de la costa desértica del Océano Pacífico, señorío de Chincha, a 300 kilómetros del Cusco (Rostworowski, 2011) (ver Figura 6).
Según Zecenarro (2011), el río Saphy partía la explanada en dos porciones bien defi- nidas comunicadas a través de puentes de piedra. A inicios del virreinato (1542) Juan Polo de Ondegardo y Zárate —corregidor del Cusco entre 1558 y 1560—, encargó extraer la capa de arena para preparar la argamasa con la que se construiría la catedral (Santillana, 2001). Según Pedro Pizarro, hacia 1542 las explanadas de Aucaypata y Cu- sipata se terminaron de configurar —como espacios contenidos— con la construcción de dos manzanas centrales por fines funcionales y para cumplir con las medidas dic- tadas por las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542), el canal del río Saphy se soterró y los andenes sagrados se eliminaron. Aucaypata y Cusipata dejaron de ser un espacio continuo para convertirse en la Plaza de Armas y la Plaza del Regocijo. En 1555, el capitán Garcilaso de la Vega mandó a erigir una pileta de piedra reemplazan- do el abrevadero central. Desde antes del virreinato hasta las primeras décadas del siglo XX, en Aucaypata funcionó el principal mercado de abastos —quatu— del Cusco (Rostworowski, 2011). En 1872, se instaló la pileta de fierro fundido, que se mantiene hasta hoy. Entre 1913 y 1914, se instaló sobre la pileta una escultura de un gobernan- te indígena —supuestamente— Manco Cápac. Hacia 1920 se evidencian fotografías con árboles y vegetación baja, que ha variado constantemente durante los siglos XX y XXI. En 1950, ocurrió uno de los mayores terremotos que el Cusco haya sobrevivido. La Plaza de Armas se convirtió en el lugar de los campamentos de los damnificados. En 1969, se derribó la estatua de la pileta y se instaló un Ángel de la Fama. En 2011, el alcalde de turno decidió retirar al Ángel de la Fama e instaló una estatua Pachacútec de resina dorada (ver Figura 7).
En cuanto a la información contrastada a partir de los autores consultados se detecta- ron los siguientes paisajes velados, para la organización de los datos se han propuesto dos criterios (ver Tabla 1):
Paisaje extendido: Referido a la escala territorial, aquí se propone ubicar (a-1) el sis- tema de ceques, (a-2) la bipartición de la llaqta (ciudad) añadida a la cuatripartición del Estado en los cuatro suyos y (a-3) el Qhapaq Ñan (Camino Real inca).
Tabla 1. Clasificación de paisajes velados de Aucaypata | ||
Tipo de paisaje | Paisaje extendido | Paisaje transportado |
-Perenne | -Temporal/forastero | |
-Escala territorial | -Escala de paisaje (Aucaypata) | |
Características | -Metavisual (más allá de la mirada) | -Confinado (podía ser abarcado por la mirada) |
-Sistémico | -Puntual | |
-Origen en las cercanías de Aucaypata | -Ubicado dentro de Aucaypata | |
Nota. Esta tabla corresponde a la caracterización comparada de los tipos de paisajes hallados en la investigación. La propuesta los clasifica en dos: (a) paisaje extendido, los que están relacionados con la gran escala o al territorio, exceden lo que la mirada puede abarcar y, por lo tanto, no son paisajes en el sentido estricto del término, y (b) paisaje transportado, de escala restringida al espacio de Aucaypata, y abarcables con la mirada. | ||
Paisaje transportado: Referido a una escala acotada, dentro de los límites de Au- caypata. Nos referimos a los desplazamientos de sustratos y árboles, aunque tam- bién a espacios imaginados, temporales o inusuales, se propone ubicar las siguien- tes operaciones de transporte de paisajes temporales: (b-1) traslado de la tierra fértil traída por Sinchi Roca para secar el pantano de Aucaypata; las operaciones de Pa- chacútec (b-2) la arena transportada desde el Chinchaysuyo para cubrir Aucaypata; (b-3) la recuperación de tierras dos leguas a la redonda desde el centro de la ciudad para reconvertirlas en terreno agrícola; (b-4) el agua bajo la explanada conformada por la red de canales subterránea de canales que simbólicamente llegaba desde el Lago Titicaca; (b-5) los paisajes escenográfico-temporales montados para festivida- des importantes.
Paisaje extendido
Aucaypata se proyectaba en otra escala hacia un paisaje sagrado extendido que es- taba compuesto por apus3 tutelares; y otros elementos de la naturaleza y artificiales como canales de agua, caminos, afloramientos rocosos sagrados (huacas), entre otros, ubicados en puntos específicos como lugares de peregrinación.
Se propone un sistema de paisajes que se extendía hacia los distintos puntos del im- perio, cruzando montañas, abismos, ríos y otros accidentes geográficos, vinculando un conjunto de elementos naturales y artificiales.
Podría imaginarse como el paisaje que puede ser visto y el que no, teniéndose una imagen mental de un sistema de múltiples paisajes que pueden verse desde el cielo. El concepto planteado por Jean Pierre Crousse (2016) de paisajes metavisuales señala que, a diferencia de lo que propone Javier Maderuelo (2005) el paisaje como lo que se ve, lo metavisual sería un conocimiento profundo del territorio que permite construir una imagen que trasciende la mirada.
Fueron un sistema de 42 líneas imaginarias que se adaptaban a la geografía con un trazado geométrico-radial bastante regular siendo invisibles a la simple mirada. La red organizaba santuarios, huacas e incluso espacios que habían albergado hechos histó- ricos importantes, aunque no precisamente hubiera construcciones o huellas físicas palpables. Fue descrita con detalle por los cronistas Bernabé Cobo y Juan Polo de On-
Montaña o nevado con carácter divino.
Los Paisajes veLados: Lectura de La exPLanada de aucayPata durante eL imPerio inca - cusco
Karen taKano vaLdivia
doi: https://doi.org/10.21754/devenir.v12i24.2250
degardo, y estudiada en tiempo contemporáneo por Tom Zuidema, David Dearborn, Brian Bauer, Jeanette Sherbondy, Gary Urton, entre otros (ver Figura 8).
Habrían estado ligados a un sistema astronómico relacionado con la producción agrí- cola, organizaban a las personas y linajes (panacas reales) que habitaban y cada ceque haciéndose cargo del cuidado y adoración de sus huacas como representaciones sa- cro-simbólicas. Se sugiere que las 41 familias que vivían en el Cusco y los 41 ceques estaban emparentados (Zuidema, 2015).
A las capas anteriores se añaden la infraestructural, administrativa, productiva, de co- municación. El punto de inicio de la red se sitúa en las inmediaciones del Coricancha (Templo del Sol), pero por su cercanía a Aucaypata podría referirse a un mismo con- texto urbano. Germán Zecenarro (2011) hace hincapié en que Aucaypata de ser la ex- planada central del Estado inca conformaba el sistema de ceques: la cuarta huaca del quinto ceque del Chinchaysuyo y, por tanto, una deidad en sí misma.
Sobre el número y el orden de ceques y huacas, Zuidema se basa en documentos de 1585, que se fundamentan en los escritos sobre la religión inca de Juan Polo de Onde- gardo de 1559. Se registran 328 huacas que se ordenaban en una primera división en dos de Hanan Cusco (hacia el norte del río Huatanay) y Hurin Cusco (hacia el sur del río). La segunda subdivisión era en cuartos, por los cuatro suyos: (I) Chinchaysuyo, (II) Collasuyo, (III) Antisuyo, (IV) Contisuyo. Los tres primeros suyos tenían nueve ceques cada uno y el último 14, en total hacían la suma de 42 (Zuidema, 2015) (ver Figura 9).
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Figura 9. Sistema de ceques con la indicación de cada huaca. Nota. Basada en los gráficos iniciales s/t El Sistema de Ceques del Cuzco: La Orga- nización social de la capital de los incas (p. 76) por T. Zuidema, 1995, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
El espacio urbano se dividió en Hanan Cusco y Hurin Cusco, y la cuatripartición del espacio físico y geográfico del imperio se dio en cuatro regiones: Antisuyo, Chinchay- suyo, Collasuyo y Contisuyo.
En la explanada principal, descrita por el arqueólogo Idilio Santillana (2001), se ori- ginaban los ejes o caminos hacia los cuatro suyos, teniendo referencias a la cuatri- partición del Estado inca. Este vacío, según el autor, era el referente físico que dividía el Hanan Cusco y el Hurin Cusco (zona alta y zona baja de la ciudad), aunque otros estudiosos y cronistas señalan que ese punto estaría situado en el Templo del Sol o Coricancha, donde se encontraría la piedra fundacional, como el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa.
Para María Rostworowski (2011), la plaza principal fue el centro de donde el imperio se partía en cuatro partes, incorporando también el inicio de los caminos principales.
Aucaypata fue el punto central de la ciudad del Cusco y posible origen del Qhapaq Ñan. Unía todo el imperio, transversal y longitudinalmente. Las poblaciones comen- zaban a escalonarse en las coyunturas de los cuatro caminos que se dirigían hacia el noroeste (Chinchaysuyo), hacia el noreste (Antisuyo), sureste (Collasuyo) y suroeste (Contisuyo). El centro de la ciudad se configuraba a partir de cuatro vías principales en sentido longitudinal y seis transversales que se conectaban con los cuatro caminos mayores. Su punto de partida podría ubicarse en el templo del Coricancha, Templo del Sol, aunque también se señala que el inicio pudo haber estado en la esquina sureste de la actual Plaza de Armas. Tanto Gasparini y Margolies (1977) como Zecenarro (2011) sitúan su origen en el cruce de las actuales avenida El Sol y calle Mantas, hacia el extre- mo sureste de Aucaypata.
Los caminos llegaban hasta los límites conquistados por los incas, permitían manejar el poder, conectar eficientemente el territorio y administrar los recursos centralizán- dolos en el Cusco. Contaba con aproximadamente 60,000 kilómetros de longitud e incluía puentes colgantes para salvar profundos abismos. Esta red no solo fue construi- da por los incas, sino que ellos asimilaron caminos existentes edificados por distintas culturas preincas, según las adherían a su imperio, como el caso de los Wari, fue un gran imperio —previo al de los Incas, 700 a 1200 d. C.— que se expandió por casi toda la costa y la sierra del actual Perú (Chacaltana et al., 2017).
Paisaje transportado
Puede ser imaginario o forastero, se sustenta en hechos particulares —narrados por cronistas virreinales— en los que el espacio físico, como el suelo de la explanada de Aucaypata y Cusipata, fue variado por temporadas y razones particulares, modificando sus elementos para lograr un objetivo específico, sea una celebración o la adoración de seres sagrados: arena, agua, vegetación y objetos ornamentales que llegaron de lejos, una construcción artificial más bien escenográfica.
Dentro de este grupo podemos citar:
Para secar el pantano de Aucaypata, que flanqueaban los ríos Tullumayo y Saphy, Sin- chi Roca mandó a traer tierra fértil desde las montañas cercanas a la llaqta del Cusco (Angles, 1988).
Jeanette Sherbondy relaciona el secado del pantano con operaciones de tipo hidráu- lico que ayudaron a controlar el nivel y curso del agua, mediante muros de encausa- miento en el río y drenajes por debajo del pavimento (Mar & Beltrán-Caballero, 2014).
Figura 10. Imagen hipotética del espacio actual de la plaza con las explanadas de Aucaypata y Cusipata. Nota. El gran vacío cubierto por una capa de 2 palmos y medio de arena de Chincha. Esta imagen forma parte del cuento para niños Un regalo misterioso.
La tierra que empleó Sinchi Roca para secar Aucaypata fue retirada por Pachacútec, quien la repartió como ofrenda por distintos espacios del imperio, y la remplazó por arena del costero reino de Chincha (considerada la región más fértil del imperio). La capa tenía dos palmos y medio de profundidad. El cronista Pedro Cieza de León afir- maba que la arena se trajo utilitariamente solo para seguir secando el antiguo panta- no; sin embargo, se tiene evidencia de que antes de traer la arena el pantano ya estaba seco, por lo que Polo De Ondegardo y Pedro Pizarro observaban que la razón de dicho transporte de paisaje fue de carácter sagrado. Juan Polo de Ondegardo, quien ordenó retirar la arena y las ofrendas de Aucaypata, señaló al respecto:
e si fue verdad que aquella arena se trajo do aquellos afirman e tienen puestos en sus registros’, e ‘inquiriendo la razón de haberla traído, dicen haber sido por reverencia al Ticsiviracocha’, que era el otro nombre del Hacedor Pachayachachi al referirse al mar. (Santillana, 2001, p. 260)
Al retirar la arena se encontraron diversas ofrendas e ídolos de oro y plata, conchas de spondylus, hojas de coca y también indicios de sacrificios. María Rostworowski (2013) recogió una cita del cronista Pedro Sarmiento de Gamboa de la que se infiere que el traslado de la arena no se trataría de un hecho utilitario sino para engalanar la plaza. Otro de los motivos que hacen suponer que el traslado trascendió los fines utilitarios es la reverencia al dios Ticsiviracocha (Viracoha), hacedor del mundo rela- cionado al mar.
Pachacútec hizo un doble traslado del paisaje: desde Aucaypata hacia otros lugares del imperio haciendo que la tierra sagrada (de Sinchi Roca) llevara la fertilidad del dios Sol y como contraparte trajo la arena de los reinos del mar al centro de los Andes. Se- gún Idilio Santillana (2001), sobre la base de Polo de Ondegardo (1542), el acto de tras- ladar la arena desde Chincha sería un ofrecimiento a Ticsiviracocha (también llamado Wiracocha), quien era el creador de todas las criaturas. Zecenarro (2011) coincide afir- mando que la arena habría tenido que ver con la ofrenda Ticsiviracocha.
El señorío de Chincha, adherido por Pachacútec, se incorporaría formalmente al Tahuantinsuyo durante el gobierno de Túpac Inca Yupanqui, cerca del año 1476. Úni- camente el señor de Chincha tuvo los mismos privilegios que el Sapa Inca, pudiendo llegar a las ceremonias en andas. Tan importante fue este reino que le dio nombre a una de las cuatro regiones que conformaron el Tahuantinsuyo, la región oeste pasó a llamarse Chinchaysuyo.
Puede ser coincidente que Pachacútec acabara de adherir el reino de Chincha con el acto de transportar arena de la costa al centro de los Andes —espacio central de su imperio— ya que los chincha se negaron muchas veces a aceptar al Sol como su dios y a Pachacútec como su gobernante.
El Inca Garcilaso de la Vega (2014) señalaba al respecto (ver Figura 10):
Los de Chincha, confiados en la mucha gente de guerra que tenían, quisieron bravear. Dijeron que ni querían al Inca por su rey ni al sol por su dios. Que ellos tenían dios a quien adorar y rey a quién servir: que su dios en común era la mar, que como todos lo veían era mayor cosa que el sol tenía mucho pescado que darles. Y que el sol no les hacía beneficio alguno, antes los ofendía con su demasiado calor. Que su tierra caliente y no había menester al sol: que los de la sierra, que vivían en tierras frías, le adorasen pues tenía necesidad de él. (Libro sexto. Capítulo XVII, p. 401)
Tras caer en cuenta de que la población había crecido asentándose de manera desor- denada en los bordes de las zonas de poder y que podrían ocurrir dos escenarios: que no se tuvieran espacios de amortiguamiento y crecimiento que se perdiera toda la tierra agrícola circundante y no se pudiera producir alimentos, y, en consecuencia, se tuviera que depender de la producción de tierras lejanas. Las tierras fueron liberadas por Pachacútec para la conformación de andenes y áreas de cultivo que recuperaban la tradición de los pueblos preincas. En este caso, no se trajo arena sino tierra fértil, igualmente del reino de Chincha.
Según María Rostworowski (2011),
Puede advertirse que para este caso también pidió traer tierra de los valles de Chincha, por ser considerada la más fértil del imperio, para la construcción de andenes y preparación de las tierras agrícolas: “En cuanto a la tierra para los andenes, fue traída desde lejos y escogida por muy fértil”. (p. 171)
A la vez, Pachacútec mandó a construir un sistema de depósitos para alimentos en todas las regiones alrededor. Queda la interrogante de por qué Pachacútec hizo una operación similar dos veces si contaba con tierras fértiles cerca.
Existe una red de canales subterráneos con agua que simbólicamente llegaba desde el lago Titicaca y en cuyo centro había un usnu4, que era la fuente. En 2014 se hallaron vestigios de los canales y muros con motivo de unas excavaciones de mantenimiento de las redes de agua.
El Inca Garcilaso de la Vega (2004) menciona la presencia del agua en las explanadas de Aucaypata y Cusipata:
Ni el sitio de la ciudad del Cozco las tiene buenas. Siendo mi padre corregidor en aquella ciu- dad después de la guerra de Francisco de Hernández Girón, por los años de 1555 y 56, llevaron el agua que llaman de Titicaca, que nace un cuarto de legua fuera de la ciudad –que es muy buena. Y la pusieron en la Plaza mayor de ella. Desde entonces acá la han pasado, según me han dicho, a la plaza de san Francisco y para la Plaza mayor han llevado otra fuente más cauda- losa muy linda agua. (Primera parte. Libro sexto, Capítulo IV, p. 370)
También se fabricaron lagunas y cuerpos de agua como ofrendas para evocar aquellos paisajes sagrados que veneraban a Viracocha. Estas operaciones serían otra forma de paisajes transportados, recreando elementos de la naturaleza donde antes no los ha- bía. Los casos de Ticsicocha y Mamacocha fueron señalados por Bernabé Cobo como huacas, es decir, eran parte del sistema de ceques (Santillana, 2001).
César Itier (2013) se refiere a la relación de Viracocha —Ticsi Viracocha— con el mar, ya que estaría relacionado con lo subterráneo, al agua que corre por debajo “el sentido de tiqsi más frecuente en nuestras fuentes textuales es el de ‘interior (de la tierra o del mar)’” (p. 50). Lo que Itier señala podría relacionar el paisaje transportado de la arena de Chincha con los depósitos de agua y canales. Si bien el Sol era la mayor deidad de los incas, otros elementos de la naturaleza también eran adorados y Viracocha era un dios creador.
Wiley Ludeña (2008) señala que en el mundo de abajo se encontraban los ancestros, a quienes había que dedicarles cuidados y rituales. Era un reino oscuro, una especie de caverna en la que se encontraban quienes poseían vida eterna, algo de ello también podría estar relacionado a las capas que se tejían debajo del sustrato visible.
Hay que destacar que para que el agua manara de las piedras fue necesario un com- plejo trabajo de ingeniería hidráulica y de saneamiento, la canalización de los ríos — principalmente durante el gobierno de Pachacútec— fue una obra de fina cantería tan compleja que fue capaz de dividir el agua bebible de la de regadío —Coricancha—, sorprendió y admiró a los españoles que para el momento no habían registrado tecno- logía de ese tipo en las ciudades europeas (Rostworowski, 2011).
Eran montados para festividades importantes que vestían Aucaypata de árboles, ani- males y adornos de oro y plata. Dentro de este grupo podemos encontrar en primer lugar a los jardines transportados: Como señalan Bernabé Cobo y Juan de Betanzos, Aucaypata fue empleada para diversas celebraciones, de carácter religioso, militar, cí- vico, así como para los festejos dedicados a los gobernantes. Se desplazaban animales y plantas —casi escenográficamente— por unos pocos días para rituales y celebracio- nes. La arena se convertía en un vergel que, pasada la fiesta, regresaba a su estado ha- bitual. Se creaba un paisaje verde-temporal dentro de un paisaje árido-vacío, si bien se trataba principalmente de plantas y ramos, muchas veces se fabricaban maíces, aves y otros objetos de metales preciosos para hincarlos en el suelo. Esto connota un esfuer- zo que trasciende el adorno o la decoración, al igual que la operación del traslado de la arena de Chincha, transformó la explanada en paisaje diferente al común de los Andes
Plataforma de piedra desde la cual el Sapa Inca dirigía las ceremonias.
Los Paisajes veLados: Lectura de La exPLanada de aucayPata durante eL imPerio inca - cusco
Karen taKano vaLdivia
doi: https://doi.org/10.21754/devenir.v12i24.2250
depositando una inusual carga estética costera, aquí animales y plantas verdaderas se confundían con artefactos creados por el hombre.
Según Carlos Brignardello (1999), uno de estos momentos ocurrió cuando Pachacútec finalizó la construcción del Coricancha —citando a Juan de Betanzos— comenta que hizo una gran reunión con los caciques en agasajos que duraron 6 días, entre cánticos, chicha y coca, la plaza estaba llena de ramos que fueron hincados en la tierra de donde colgaban flores y se posaban pájaros vivos; a la vez, mucha juncia (Cyperus rotundus) estaba dispersa por toda la explanada como una alfombra.
En la explanada se simulaban bosques con arboledas temporales en las que colocaban leones, tigres, osos, venados y otros animales de montaña a la vez de muchos tipos de pájaros. No se sabe ni se detalla cómo ese tipo de animales llegaron a este lugar, Brig- nardello (1999) citando a Bernabé Cobo.
Briganardello (1999) también cita a Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui cuando para las celebraciones de coronación de Huáscar se adoptó una fórmula efímera y especial mediante la cual el Cusco se convirtió en un jardín con árboles entre los que se repar- tían animales de oro y plata (ver Figura 11).
Entre los jardines creados para el deleite de los nobles, aunque no se trata del vacío de Aucaypata, se citan varios dentro de las canchas de la ciudad, pero el jardín por excelencia fue el del Coricancha, reservado solo para el inca y una pequeña parte de la nobleza. Se sembraron árboles y plantas, combinadas con animales vivos y figuras de
Tabla 2. Organización de paisajes velados de Aucaypata | ||
Tipo de paisaje | Paisaje extendido | Paisaje transportado |
Sistema de ceques | Tierra fértil traída por Sinchi Roca para secar el pantano de Aucaypata | |
Qhapaq Ñan | Arena transportada desde el Chinchaysuyo, considerada la región más fértil del imperio, traída por Pachacutec | |
Paisajes hallados en las investigaciones y crónicas revisadas | Recuperación de tierras 2 leguas a la redonda desde el centro de la ciudad para reconvertir- las en terreno agrícola -por Pachacutec | |
Bipartición/cuatripartición | Agua bajo la explanada; red de canales ocultos con agua que simbólicamente llegaba desde el lago Titicaca | |
Paisajes temporales montados para festivida- des importantes | ||
Nota. Esta tabla corresponde a la organización del material hallado según su tipo, nuevamente preva- lecen los dos grandes criterios: (a) paisaje extendido y (b) paisaje transportado. La organización se ha basado en los datos históricos y la información recogida de las crónicas revisadas. | ||
ellos de oro y plata, provenientes de todo el imperio. Era cuidado y regado a mano pri- morosamente por las acllas —vírgenes del Sol—, tres veces al año la ñusta —esposa del inca— lo adornaba con mazorcas de oro y plata cuando comenzaba el período de siembra, cosecha y la fiesta del Huarachicuy, fiesta en la que el ejército incaico sumaba a nuevos jóvenes guerreros, Brignardello (1999) y Rostworowski (2011).
Este jardín también fue descrito por el Inca Garcilaso de la Vega (2014):
Aquella huerta que ahora sirve al convento de dar hortaliza era, en tiempo Incas, jardín de oro y plata (cómo los había en las casas reales de los reyes), donde había muchas hierbas y flores de diversas suertes, las plantas menores, muchos árboles mayores, muchos animales chicos y grandes, bravos y domésticos y sabandijas (de las que van arrastrando, como culebras, lagar- tos y lagartijas y caracoles), mariposas y pájaros y aves mayores del aire: cada cosa puesta en el lugar que más al propio contrahiciese a la natural que remedaba. (Primera parte. Libro tercero, Capítulo XXIV, p. 235)
En estos espacios se demostraba el poder político y sagrado, concentrando represen- taciones físicas de diversos elementos domesticados —usualmente hallados en la naturaleza— que significaban y reunían todo lo atesorado en espacios confinados y jardines para el disfrute y la contemplación de la nobleza (ver Tabla 2).
El presente trabajo ha buscado conectar una serie de datos relacionados al espacio de Aucaypata —o sus inmediaciones— que permiten tener un panorama general de la importancia de este espacio como centro del Imperio Inca y origen de la organización de buena parte de su territorio. De otro lado, la lectura de los paisajes hallados y su categorización inicial dan algunas luces para realizar trabajos futuros que profundicen en cada uno de los temas esbozados.
Un ejemplo es el caso del sistema de ceques. Queda pendiente su estudio a detalle, tanto como punto inicial y centro del imperio; como en la comprensión de un sistema que integraba diversas escalas, elementos físicos y espacios de representación que no solo simbolizaban el poder y lo divino, sino que también eran importantes para la organización territorial y política del Imperio Inca.
Los Paisajes veLados: Lectura de La exPLanada de aucayPata durante eL imPerio inca - cusco
Karen taKano vaLdivia
doi: https://doi.org/10.21754/devenir.v12i24.2250
Parte de los últimos hallazgos conforman una investigación doctoral en curso dentro de la Escuela de Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la Universidad Politéc- nica de Madrid, suponiendo la comprensión del territorio no solo desde la concepción prehispánica sino desde sus posibles aportes para nuestros días. Si bien los ceques se han estudiado a profundidad desde los campos de la arqueología y de la historia, todavía existe espacio para comprenderlos desde el punto de vista arquitectónico-es- pacial, paisajístico y de ordenamiento territorial.
Otra tarea pendiente es la adecuada valoración de la explanada de Aucaypata de parte de las autoridades correspondientes para mantener el estatus de Monumento Históri- co Nacional (1972) y Patrimonio de la Humanidad (Unesco, 1983). En el último tiempo se han perdido progresos como la peatonalización de la Plaza de Armas, al igual que otras plazas y calles emblemáticas del centro histórico.
Se pueden establecer relaciones de carácter conceptual a partir de hechos históricos puntuales y aislados narrados por los cronistas hispanos. Con el fin de presentar un pa- norama básico de la relación del hombre inca con el vacío/paisaje manifestado en las explanadas de Aucaypata y Cusipata se tiene que los elementos hallados en el espacio estudiado permiten integrar características funcionales, de demostración de poder y representación de lo sagrado. La piedra y el agua fueron elementos esenciales en la constitución de los paisajes sagrados incas, ambos elementos se hallan en Aucaypata, a los que se le suma la arena que llegó desde Chincha; los árboles, animales, plantas medianas y otros objetos ornamentales —representaciones de la naturaleza— que se empleaban temporalmente para los festejos: a partir de ello se puede deducir que la concepción del paisaje no solo era perenne sino también efímera, siendo parte de un constructo sagrado y una forma de relacionarse con —y entender— el mundo.
Visibilizar lo que se encuentra velado en Aucaypata permite aumentar su valor. Las dos categorías propuestas han intentado relacionar la información dispersa clasificando los hallazgos.
Paisaje extendido: Para Jean Pierre Crousse (2016), existen paisajes metavisuales, aquellos que no se restringen a lo que puede ser abarcado por la mirada —defini- ción básica del paisaje— sino que se extienden más allá de ella. Podríamos integrar en esta visión al sistema de ceques, el Qhapaq Ñan (sistema de caminos inca), la organización espacial bipartita de la ciudad del Cusco y la división en cuatro partes (suyos) del territorio del imperio, es decir, todo aquello que, sin poder verse a simple de vista, existe y se extiende en el territorio, ordenándolo física, social y ritualmente.
Paisaje transportado: Las operaciones de movimientos de tierra y traslados de elementos naturales —o la recreación artificial de ellos— no fueron actos pu- ramente casuales o utilitarios, tuvieron un trasfondo ritual que manifestaba el poder de los gobernantes.
Ha sido posible identificar hechos tangibles en la concepción de un paisaje que tras- ciende las intervenciones físicas o la transformación del medio solamente con una finalidad ornamental o productiva. El carácter simbólico y religioso de las intervencio- nes permite inferir una relación trascendental en diversas escalas y modos de apropia- ción del vacío.
Los paisajes velados descritos pueden darnos algunas luces de lo compleja que era la relación de los pobladores del Estado inca con el territorio que habitaron y domestica- ron, donde lo simbólico, lo sagrado, las manifestaciones de poder y gobierno se con- jugaban con intervenciones concretas —algunas de alta complejidad operativa— de escala paisajística y territorial.
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