JOSÉ MARÍA GÁLVEZ PÉREZ

Figura 1. José María Gálvez Pérez, fotógrafo de la Semana Santa en Ayacucho. Archivo fotográfico José María Gálvez Pérez, 1975.

José María Gálvez Pérez (1947-2023) perteneció a la tercera generación de restauradores (Hayakawa, 2010, p. 54)1, su formación especializada (UNI 1968-1975) se inició con los cursos de Historia de la Arquitectura (Occidental y Nacional) y de restauración de monumentos que introducían al estudiante en ese ámbito disciplinar. Compartí con él algunos de los cursos y trabajos de Historia de la Arquitectura Peruana, observé de cerca su vocación, capacidad y experiencia, pues, paralelamente, estuvo en obra y realizó relevamientos de edificios patrimoniales.

Consolidación de la etapa formativa

Como egresados, compartimos en 1977 el III Curso de Restauración de Monumentos realizado en Cusco por el Plan Copesco, con Damián Bayón, José De Mesa, Graziano Gasparini, Teresa Gisbert, Giorgio Lombardi, Franca Helg y Carlos Flores Marini como docentes extranjeros, y Santiago Agurto, José García Bryce y Frederick Cooper entre los locales, las prácticas individuales se desarrollaron en alguna de las obras de restauración en ejecución. Una actividad importante del curso fue el viaje al eje Cusco-Puno, ámbito del Plan Copesco, bajo la conducción del boliviano José De Mesa, experto en arte y arquitectura virreinal, ocasión excepcional para conocer y dialogar in situ la problemática de la historia de la arquitectura y la conservación en el área andina. El requisito de admisión al curso era pertenecer al Instituto Nacional de Cultura (INC) e instituciones similares de los países sudamericanos. Ese año compartimos con representantes de Colombia, Bolivia y Ecuador, y de Arequipa, Ayacucho, Cajamarca y Cusco. José María Gálvez brindó algunos servicios al INC de Ayacucho al concluir sus estudios en 1975.

El ejercicio profesional autogestionario

José María integró lo personal y lo profesional, por eso, su inteligencia emocional, autosuficiencia e ironía impregnaron su praxis disciplinar, autogestionaria y práctica, renuente al trabajo dependiente público; compartió hábilmente el trabajo asociado. Nació y estudió en Lima. Su padre, oriundo de Ayacucho, vivió en Julcamarca (Huancavelica) pero mantuvo fuerte vínculo con su ciudad, que compartió con su familia. Eso explica su vínculo con las dos ciudades e hizo de la primera su segundo hogar y centro de operaciones, por eso, concluida la universidad, en su primera etapa profesional realizó proyectos para monumentos de Ayacucho y Huancavelica. Por entonces ya había definido su orientación disciplinar; consciente de sus aptitudes y vocación tempranas, señaló: “Aparte de tener una formación innata […] Cuando estudiaba restauración, también estaba ejecutando una obra de restauración, me refiero al Museo Numismático de la Casa de la Moneda en Lima en el año de 1974” (Hayakawa, 2010, p. 124). En 1980 inició su relación laboral con los arquitectos José Correa Orbegoso y Ramiro Salas Asociados, sostenida con el primero hasta el 2000 aproximadamente.

En la segunda etapa iniciada en torno a 1985, desarrollada individualmente y asociado, durante la gestión del alcalde socialista Alfonso Barrantes Lingán, se formuló el Programa Integral de Recuperación de Lima Monumental que incluyó, entre 1986 y 1987, el pintado de fachadas de un circuito urbano. Con tal fin se nombró una comisión presidida por un regidor e integrada por los arquitectos Luis Miró Quesada, Santiago Agurto, Fernando Bryce, Juvenal Baracco y Augusto Ortiz de Zevallos; este y el primero realizaron las propuestas técnicas y los criterios de aplicación, debatidas y aprobadas por la comisión. José María se desempeñó como coordinador técnico encargado de la parte operativa, lejos se estuvo de prever los alcances disciplinares y el impacto que dicha obra de ornato público tuvo en toda la ciudad. En cuanto a lo primero, generó un debate público cuyos argumentos quedaron documentados en los medios de comunicación masivos y especializados2. No es difícil imaginar lo que ocurrió con la polémica liderada por José García Bryce, Frederick Cooper, Juan Gunther y el propio Miró Quesada. En cuanto a lo segundo, se reemplazó el “rosa colonial”, color que hasta entonces se aplicó a los monumentos patrimoniales, cediendo el paso a los ocres (rojo o amarillo) y el azul añil, documentados en la exploración cromática realizada en ellos, el gran impacto de su aplicación trascendió hasta los distintos barrios mesocráticos de la ciudad, reemplazando los colores neutros de la primera ultramodernidad.

Participó como socio fundador de Proyecta S. R. L. (Beingolea-Díaz-Gálvez), que entre 1987 y 1989 realizó la restauración del Pabellón Morisco, Mención en la VII Bienal de Arquitectura por la Conservación de la Casa Sabogal (1988), proyectada y realizada en 1929 por el pintor indigenista, además de los proyectos de restauración de las iglesias de Huaripampa y Santiago de Léon de Chongos bajo en el Valle del Mantaro (1989).

Su colaboración y asociación con José Correa Orbegoso fue prolongada, muy cercana y prolífica; colaboró no solamente en la elaboración de expedientes técnicos, la residencia y dirección de obras, iniciada con en la iglesia San Juan Bautista de Julcamarca (1980-1981); entre ellas, sobresale la Casa Jiménez (1984-1985), restauración y adecuación a nuevo uso con obra nueva e interesantes incursiones de arquitectura contemporánea a cargo de Germán Costa, que obtuvo el premio en la categoría en la VII Bienal de Arquitectura (1988), donde realizó la dirección técnica, que, según el testimonio de Gálvez, fue “[…] un hito importante que es la intervención mesurada y acertada del concreto dentro de la restauración, y se ha hecho allí un trabajo interesante de exploración arqueológica, de prospección de pintura mural, recuperación parcial de los pisos originales […]” (Hayakawa, 2010, p. 131).

Con similar trascendencia siempre, con José Correa fue residente en el Antiguo Tribunal Mayor de Cuentas, Casa Nacional de la Moneda (1997-1999). Paralelamente, desarrolló sus propios proyectos, como la menos conocida restauración de la iglesia Santo Domingo de Huancavelica, donde fue residente, administrador y director técnico en sus tres etapas (1980-1985). Es importante por su significado y alcance la restauración de la paradigmática Casa de la Respuesta en Arica (1905), que, como señaló José Correa: “también tuvo que ser en gran parte reconstruida porque la casa había desaparecido a principios de siglo y no quedaba si no cimientos, muros y ciertos indicios para poder rehacer la casa” (Hayakawa, 2010, p. 162). Aquí, Gálvez demostró su capacidad, experiencia y conocimientos en la dirección técnica y residencia de obra.

Ilustrando su versatilidad, espíritu trashumante y acuciosa mirada del entorno, en especial la ciudad y su arquitectura, se interesó y practicó tempranamente la fotografía, competencia que acreditó en el Proyecto de Inventario del Patrimonio Monumental de Lima. Valles del Rímac, Lurín y Chillón, realizado por la UNI en Convenio con la Fundación Ford (1996-1988), para el que fotografió un grupo de los edificios inventariados por el equipo profesional dirigido por el arquitecto Víctor Pimentel.

Las condiciones económicas del país, particularmente dramáticas entre 1985 y 1995, impactaron negativamente en la inversión pública, en el número de proyectos, sus alcances, ámbito de inversión y el estándar de la obra; en términos políticos, la descentralización impulsada en el régimen de 1985-1990 fue reorientada en la dictadura de la década siguiente. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) llegó al país en el contexto del V Centenario de la llegada de Colón a América y va a iniciar un nuevo periodo en la historia de la restauración en el país, caracterizado por el debilitamiento del INC, en sentido inverso a la concentración del interés y la inversión del ente internacional en Lima, Cusco, Arequipa y Ayacucho, poniendo en marcha, además, un proyecto académico-productivo: las escuelas taller. Su impacto será evidente a inicios del nuevo milenio. En ese escenario de dispersión laboral y diversificación de la oferta, habiendo iniciado su labor profesional fuera de Lima, continuó haciéndolo, aprovechando y/o estimulando la demanda en el escenario regional; además de Ayacucho y Huancavelica, realizó proyectos en Junín, Lambayeque, Piura, en menor medida en Ica, Cusco, Huánuco y Arequipa. Trabajos de distinto alcance: inventarios, delimitación de áreas monumentales, diagnósticos, levantamientos, proyectos y dirección de obra. Ese escenario traza lo que podríamos llamar el periodo de diversificación que se inicia en torno al año 2000.

Su archivo profesional testimonia ese despliegue: la restauración del santuario de la Santísima Virgen de Cocharcas (Chincheros-Apurímac, 1993), proyecto para la iglesia del Carmen de Ticrapo (Castrovirreyna-Huancavelica, 2001), proyecto de revaloración de la iglesia Matriz San Pedro de Ninacaca (Cerro de Pasco, 2001), restauración y puesta en valor del Conjunto Arqueológico de Maukallaqta (Espinar-Cusco, 2005), restauración, equipamiento y puesta en valor de la iglesia Santísima Trinidad de Conayca (Huancavelica, 2006). De igual manera, la restauración del conjunto religioso de Mórrope (Lambayeque, 2012), mantenimiento y restauración de la iglesia del santuario de Ayabaca (Chulucanas-Piura, 2012). Restauración y puesta en valor de la I. E. Leoncio Prado (Huánuco, 2015), proyecto de restauración y propuesta de volumetría para el hospital docente Las Mercedes (Chiclayo, 2015-2016).

Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que José María Gálvez es el profesional vinculado al patrimonio que ha trabajado en los más diversos escenarios del país, para el más variado tipo de bienes patrimoniales y clientes: órganos rectores, gobiernos regionales y locales, el sector privado y asociaciones de la sociedad civil. Los continuos viajes y residencias prolongadas en obras ejecutadas en distintos lugares le impidieron proyectar sus experiencias y conocimientos al espacio académico; no muy afecto a la figuración banal, fue un amante de los libros, en el límite del hedonismo, que en gran parte poseía como evidencias de su aprecio por el arte, la arquitectura y la historia como material disponible para el desarrollo de la cultura visual (tan apreciada por los arquitectos) y como necesidad para su propio desempeño. De su valiosa biblioteca se nutrió a través de la revisión y lectura selectiva, atenta, perspicaz; cuyos mensajes aplicaba y demostraba sin aspavientos para sustentar teorías, juicios y doctrinas que sostuvieran las complejas decisiones en los proyectos y la ejecución de obras de restauración, enriquecidos por la variedad de contextos y circunstancias en las que trabajó.

Mención aparte merece su participación en proyectos de restauración de sitios arqueológicos en nuestro medio, dedicación inusual y hasta vedada para los arquitectos. A la pregunta sobre las diferencias en la restauración de “monumentos arqueológicos y la restauración de monumentos virreinales y republicanos”, respondió: “[…] he trabajado tanto en zonas arqueológicas, como en zonas virreinales y republicanas; tengo un bagaje de experiencia, que me permite participar o dar criterios para la conservación, tanto en monumentos arqueológicos como virreinales y republicanos” (Hayakawa, 2010, p. 130).

[…] creo que en todos hay un mismo criterio de generar la intervención pero con diferentes propuestas de restauración. En los casos arqueológicos no tenemos fuentes documentales o en otros casos no podemos hacer anastilosis […] porque no tenemos la documentación gráfica, escrita ni fotográfica. En el caso de Pachacamac puede haber habido documentación que revelase la existencia de ciertos muros que ahora ya no existen, en ese caso sí se puede hacer una restauración de reintegración. (Hayakawa, 2010, p. 129)

Estos proyectos atraviesan toda su trayectoria: Estudio para la conservación y puesta en valor de la Zona Arqueológica de Wari (Ayacucho, 1977), encargado por la Dirección de Turismo y el INC Ayacucho; el levantamiento topográfico del Conjunto Arqueológico de Intihuatana-Pomacocha (Pomacocha-Ayacucho, 1978), para la comunidad de Pomacocha. También, la asesoría técnica de la obra de restauración del Conjunto Arqueológico de Vilcashuamán (Cangallo-Ayacucho, 1979), para la comunidad de Cangallo; dirección técnica de la obra de restauración y puesta en valor del Conjunto Arqueológico de Wari Willka (Huancayo, 1986), encargado por la Corporación de Desarrollo de Junín y el INC, el proyecto de protección y conservación del sitio arqueológico Mateo Salado (Pueblo Libre-Lima, 2000).

Su legado

Su archivo en proceso de inventario3 reúne más de 300 proyectos de todo tipo. Es todavía prematuro establecer su intervención en cada uno de ellos y confirmar la ejecución de ellos, debido a los avatares propios del ejercicio profesional independiente (solo estuvo contratado por el INC entre 1991 y 1994), sujeto a las limitaciones propias de la gestión de una obra de construcción, a causa de sus exigentes etapas y sus altos costos, mucho mayores en bienes patrimoniales inmuebles. Lo objetivo hasta el momento es su gran legado documental, gracias al tipo de autogestión de su ejercicio profesional, no a la espera de la demanda de trabajo sino yendo en busca de ella y promoviendo la oferta de oportunidades, en distintos escenarios regionales, gracias a su nomadismo, reflejado en su valioso archivo fotográfico en el que hay material de sus proyectos, valiosas bitácoras de las obras que dirigió y sobre el patrimonio de lugares poco conocidos y valorados del país. Gracias a su temprana y especial afición por la fotografía, ese archivo es valioso como fuente documental y también por su calidad intrínseca, apoyada en la variedad, calidad y actualidad de sus equipos continuamente renovados. Su archivo contiene negativos de distinto formato, tipo de soporte (positivos, negativos y diapositivas) a color y en blanco y negro.

José María Gálvez Pérez es un ejemplar protagonista de la tercera generación de especialistas peruanos en la conservación del patrimonio monumental; como pocos, se dedicó a todas las épocas, compartió en la misma proporción la labor proyectual con el trabajo práctico en obra; muy demandante en cuanto a decisiones sobre el proyecto mismo; valiosa fuente de conocimiento, de reflexiones teóricas y doctrinarias, que, desgraciadamente no pudo compartir. Ilustra de manera muy elocuente y activa la historia de la conservación del patrimonio monumental entre 1975 y el 2020. Su esencia fundamentalmente práctica demuestra, en su caso, una participación muy interactiva con los cambios en la política sobre el patrimonio; guiado por una convicción anticentralista, incursionó en variados escenarios del país y promovió a su paso el interés del aparato público, privado y las comunidades por la conservación del patrimonio. La historia de la restauración en el Perú reconoce su importancia, en particular en las ciudades de Ayacucho y Huancavelica, donde asumió más de una decena de proyectos y sobre cuya arquitectura histórica tuvo un conocimiento desgraciadamente no sistematizado ni escrito. Su gran movilidad por distintos escenarios del país, incluyendo Arica, dejó en muchos casos la huella de su presencia como director de obra, residente o proyectista, pero también como testigo y reportero fotográfico del patrimonio cultural. A pesar que partió el 25 de setiembre del 2023, permanecerá entre nosotros a través de sus realizaciones y su valioso archivo fotográfico y documental. ¡Salve José María!

José Beingolea del Carpio

Referencias

Beingolea J. (1987). El color en el Centro histórico de Lima. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería. HUACA I 1 51-57

Cooper F. y Gunther J. (1986). La pintada de la plaza San Martín. Colegio de Arquitectos del Perú Habitar 3 35-39

Hayakawa J. (2010). Restauración en Lima: pasos y contrapasos. Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres.

HUACA (1988). Cartas. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería UNI II 2 p. 84

Instituto de Investigación (1986). Inventario del patrimonio monumental de Lima. Valles del Rímac, Lurín y Chillón. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería.


1. Gracias a la investigación de pregrado en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (FAUA-UNI) realizada por José Hayakawa Casas, fue posible rescatar, entre otros aportes, el testimonio de un valioso grupo de especialistas en el patrimonio monumental, gracias a lo cual podemos tener una valiosa aproximación al pensamiento en este ámbito disciplinar. Parte de ellos han apoyado el presente artículo.

2. Artículos, cartas y documentos fueron publicados en la revista Habitar, 86(3), y en Huaca (1), junio de 1987 y (2), abril de 1988.

3. Gracias a la confianza de su familia, he recibido el archivo documental de José María Gálvez, confianza y generosidad que acepté dejando constancia de que lo hacía solo como intermediario para entregarlo al Archivo Documental de la Arquitectura de la FAUA UNI, recintemente creado. Por el momento, estamos abocados al primer inventario.