CIRILO HUAPAYA MANCO
Don Cirilo Huapaya Manco es sin duda un ejemplo de un imprescindible peruano patrimonialista. A su conocimiento sobre el Perú, forjado en el día a día de la investigación arqueológica, se suma su labor de difusión pedagógica, teñida de gran afecto en cada uno de los detalles descriptivos de los bienes culturales que descubrió, y trasmitió a sus alumnos en el aula o en el campo.
Su biógrafo Juan Cuya, en su obra Apuntes Biográficos, 1986 reproduce un extracto de la entrevista al señor Huapaya en El Monitor (Feb-Marzo 1982), que consideramos importante difundir porque revela al personaje que más adelante conoceremos, dedicado y atento en la defensa y conservación del patrimonio arqueológico: “Mis días infantiles los pase por las playas y por la hacienda Lumbreras entre hombres de labranza y gente diestra en la pesca y la aventura, matizando el trabajo entre siembras y cosecha le di duro a la pelota y a la natación que lo practicábamos en las frescas mañanas y los fulgurantes atardeceres. Por eso mi primera y mejor maestra es la naturaleza que modeló mi espíritu y dejó huellas indelebles en mi vida “(Cuya, 1986, p. 1). Don Cirilo Huapaya nació en el Distrito de Mala, provincia de Cañete, departamento de Lima el 9 de Julio de 1911.
Ya establecido en Lima, fue alumno destacado de la escuela Superior de Bellas Artes en la especialidad de Dibujo y Pintura, formación que le valió el título de profesor de Artes Plásticas con honores, el cual tuvo un significado importante en su labor arqueológica. Estudioso de su época, por su vocación de servicio se interesó en la doctrina cooperativista, y destacó como dirigente y fundador de importantes instituciones que siguieron esa línea en el Perú: Cooperativa de Vivienda Arco Iris, Federación de Cooperativas de Vivienda del Perú, Cooperativas de la Oficina de Reforma Agraria, Programa Sierra Central, etc. Más adelante su interés por el conocimiento de la patria lo llevó a formar parte de la tarea emprendida por el doctor Julio C. Tello, padre de la Arqueología peruana.
En 1940 ingresó a trabajar en el Museo de Arqueología y Antropología, cuando Tello era director de la institución. Bajo su tutela, con el apoyo de la doctora Rebeca Carrión Cachot, se formó en investigación y trabajo arqueológico. Allí asumió responsabilidades de carácter técnico y de asistencia a sus profesores, en los cargos de reparador y dibujante cartógrafo. Con ellos, viajó a importantes sitios arqueológicos, entre ellos a Urubamba, una de las últimas expediciones hechas por Tello, según anota Sandra Tellez (2003); y también fue responsable de las investigaciones en Cajamarquilla, Ancón y Pachacamac. Su labor se intensificó al volverse miembro del Patronato Nacional de Arqueología: recorrió otros ámbitos del Perú, que lo condujeron a Chan Chan, Supe, Paramonga, el valle de Palpa, Chavín, el valle del Marañón.
Al culminar sus responsabilidades en el Museo Nacional de Arqueología y Antropología, en 1964, continuó su quehacer arqueológico en el Seminario de Arqueología del Instituto Riva Agüero de la Universidad Católica, institución fundada por la doctora Josefina Ramos de Cox, quien conocía al señor Huapaya de los Seminarios y Congresos, especialmente cuando se iniciaron las prospecciones en Atocongo y Tablada de Lurín.
En ese Seminario de Arqueología fui alumna del profesor Huapaya, quien estaba encargado del curso de Dibujo arqueológico. Asimismo, integré el grupo seleccionado que guió en las prospecciones arqueológicas organizadas por la doctora Cox con el fin de registrar los sitios de las cuencas del Río Chillón, Rímac y Lurín en la lectura transversal del Perú, para así entender los aportes de nuestros ancestros. Paralelamente se determinó dos centros de estudio permanente para el conocimiento de Lima prehispánica: la necrópolis de Tablada de Lurín, con ocupaciones tempranas y entierros con cerámica; y el complejo arqueológico Huacas Pando/Maranga en el Valle bajo del Rímac, con testimonios de arquitectura monumental en adobitos y tapiales de poblaciones tardías. Pando y Tablada fueron los centros de investigación permanente y escuelas de campo donde la presencia del profesor Huapaya, con su vasta experiencia, su pedagógico espíritu, festivo y bondadoso, resolvía interrogantes algunas veces improcedentes sobre estratigrafía o filiación cultural de los objetos descubiertos.
En la actualidad los cuadernos de campo del profesor Huapaya son una especie de diccionarios que siguen siendo útiles para resolver interrogantes sobre el sitio entonces registrado y comentado por él. Al respecto, la arqueóloga Sandra Téllez señala lo siguiente:
Cirilo Huapaya interiorizó los principios de la excavación arqueológica, tuvo especial cuidado en el registro de los datos obtenidos y se involucró en su involucró en su interpretación. Por lo tanto, sus cuadernos de campo son un valioso registro escrito y gráfico de las excavaciones que tuvo a su cargo. (2003, p. 447)
Los avances alcanzados en la gestión de investigaciones arqueológicas en el Seminario de Arqueología con la participación del señor Huapaya dieron como resultado la implementación de proyectos de carácter internacional comprometidos con el desarrollo de la Arqueología en el Perú. Es interesante destacar, entre ellos, el proyecto financiado por la Fundación Volkswagen de la República Federal de Alemania, diseñado por la doctora Cox bajo el título Obtención de una Cronología del Uso de Recursos Marinos en el Antiguo Perú. Asimismo, son muy significativos los proyectos de excavación llevados a cabo en las pampas de Huayuri, en el departamento de Ica, con la presencia de profesionales de Argentina; y las temporadas de campo en Lago Sandoval, en el departamento de Madre de Dios, con el auspicio del Instituto Español de Estudios Tropicales Pío Aza.
El profesor Huapaya perteneció a la generación de peruanistas que sentaron las bases para la defensa y conservación del patrimonio arqueológico del Perú.
Inés Del Águila Ríos
Figura 1. Don Cirilo Huapaya Manco flanqueando a un monolito grabado del complejo prehispánico de Sechín, en mayo de 1980.
Archivo fotográfico de la familia Huapaya, 2018.