Entrevista
Lucila Uzátegui Tellería
Arquitecta Lucila Uzátegui (en la primera fila, sentada, tercera contando desde la derecha hacia la izquierda) acompañada de sus compañeros y compañeras de la Promoción 1967 de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería .
Archivo fotográfico de Fernando Gagliuffi, 2018.
Arquitecta titulada en la Universidad Nacional de Ingeniería, con estudios de Post Grado en el ICCROM, Roma (International Centre for de Study of the preservation and the Restoration Of Cultural Property) y Maestría en Restauración de Monumentos arquitectónicos, Universidad “La Sapienza” de Roma (Italia).
Su actividad profesional independiente se ha desarrollado especialmente en consultoría y proyectos de restauración de Monumentos y rehabilitación de Centros Históricos en diversas ciudades del Perú. Miembro fundador de la ONG Conservando, Proyecto Científico para la Conservación de Patrimonio. Fue profesora de la Maestría en Restauración de Monumentos en Arquitectura y Urbanismo de la Sección de Posgrado y Segunda Especialidad de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la UNI.
Entre otros ha sido Directora General del Sistema Nacional de Museos del Instituto Nacional de Cultura. Fue miembro de la comisión que elaboró la propuesta de bases para el Reglamento del Centro histórico de Lima y coautora de dicho reglamento. También fue directora del Museo Nacional del Virreinato y Jefe del programa de Acondicionamiento Territorial Urbano para la segunda etapa del Plan Copesco en el desarrollo del eje Cusco- Puno y representante de esta Institución ante el Banco Interamericano del Desarrollo.
Actualmente se desempeña como Gerente General adjunta de Uzallve Arquitectura y Construcción SAC..
Nombre del entrevistado: Lucila Uzátegui Tellería
Fecha: 01 de octubre del 2022
Entrevista por el Dr. Arq. José Hayakawa Casas
Transcripción por Juan José Rodríguez Rojas
JH: Buenas tardes, hoy primero de octubre del 2022 nos encontramos con la arquitecta Lucila Uzátegui Tellería, quien muy gentilmente aceptó participar de la entrevista que luego será publicada en el número 18 de la revista Devenir. Buenas tardes arquitecta.
LU: ¿Cómo estás José Carlos? ¿Qué tal?
Bien, como habíamos coordinado voy a iniciar planteando las preguntas de nuestra entrevista… ¿Cuál fue su formación académica en el campo de la restauración y/o conservación de monumentos arquitectónicos?
Bueno, mi aproximación académica, justamente, empieza por Cusco, como muchas otras cosas importantes. Empezaba a conocer Cusco en los años 70 y yo ya tenía una idea de lo que era el patrimonio que no estaba en Lima… de algo distinto y que no era la ciudad de Lima… de lo que era la enorme y variada riqueza del resto del país. Entonces, decido irme a Italia, pero con ese tipo de decisiones de “bueno, si puedo me voy…”. Pero un amigo se fue y me trajo toda la información de la beca que yo le pedí y es entonces cuando decidí postular y, finalmente, me aceptaron.
Empecé los estudios en la Escuela Internacional de la Unesco, hice como 7 meses, 8 meses de cursos intensivos, pero ellos estaban en convenio y yo saqué la visa, la beca del gobierno italiano con la Universidad de La Sapienza de Roma e hice 2 años. Desarrollé mi tesis y justamente sobre esto muchos se preguntan ¿qué es más importante la teoría o la práctica? Ninguna sin la otra.
La primera experiencia fue esencialmente teórica, pura teoría, digamos, pura aproximación de gabinete. La segunda parte fueron tesis de cada curso. Es decir, los trabajos de cada curso resultaron pequeñas tesis y ello permitía decantarse por la tesis que uno escogía al final. Y así llegué a este campo especializado; hice mi curso, me quedé un poco más y vi algo de restauración de monumentos en Italia. También me pareció interesante que todos los alumnos del pregrado de arquitectura llevaban cursos de restauración y muchas de sus tesis eran sobre restauraciones de sitios importantes como puentes antiguos y cosas así. Eso me ayudó mucho a ver la parte académica, la importancia esencial de la parte académica, la importancia del amor a su ciudad. En ese sentido, los romanos aman su ciudad; por ello, cuando me dediqué a enseñar, sentía el mismo tipo de vínculo. Para cuidar algo tienes que conocerlo y luego de ello, tienes que amarlo. Ahí se empieza a formar el crisol donde todo va a entrar: gobierno, bancos, profesores, universidades, colegios y niños. Entonces, si tú empiezas a sembrar la semilla, tendrás el bosque. No se puede hacer restauración sin conocer la ética y los sutiles límites donde tú abandonas el campo de la restauración para incursionar en la reconstrucción. Sobre esta última, pues, no hay que temerle, pero hay que decir con claridad “esto se ha reconstruido, pero esto se ha restaurado”. Tienes que conocer las líneas finas, los bordes por donde toda restauración tiene que caminar y cuándo decidir que se necesita una reconstrucción.
¿Después de la maestría que hizo en la Universidad La Sapienza logró tener otras especializaciones o posgrados sobre el tema de la restauración?
Sí, pero no hice la tesis, por lo tanto, lo puse como curso seguido, por ejemplo, estudios de impacto ambiental que recién se estaban haciendo, pero se le denominó de forma fatal: se llamó “proyecto con apoyo de computadoras”. En ese entonces, recién se utilizaban las computadoras y la biblioteca había comprado “x” computadoras y había que hacer su cola. Nadie tenía una PC en ese momento, ¿no? Entonces yo empezaba a hacer las fotos. Yo era la fotógrafa del equipo de mi salón y también del internacional de la Unesco. Saqué, en ese tiempo, buenas fotos, pero ya la fotografía se hizo para mí una cosa más, más de recuerdo que de nada.
En algún momento yo ya había presentado mi beca y también había presentado porque a mí me gustaba la planificación, el diseño. En realidad, me gustaba todo. Y había presentado mis papeles en el Ministerio de Turismo, donde había una pequeña oficina dirigida por el arquitecto Víctor Pimentel, que eligió mi currículum, lo mandó a procesar y finalmente me contrató. Me llama y me dice: “Ya está tu contrato. Tienes que venir tal día a trabajar”. Y yo le dije: “Pero yo no he firmado nada”. Yo pensaba que un contrato contaba con la firma de dos partes y aún no había sido así. Y la casualidad es que me llevó a trabajar a Cusco. Él trabajó 10 días conmigo y luego me lanzó al ruedo. Es decir, en 10 días me enseñó a trabajar lo básico, lo fundamental. Él me decía que no había estudiado mucho de ética y deontología de la profesión, pero lo que él hacía absolutamente entraba dentro del marco de la ética y de la deontología, y eso se lo dije cuando regresé. Entonces me preguntó: “¿Por qué no se hacen obras?”. Le respondí que “hay que formar a la gente”. Por ello destaco que mi mayor orgullo es haber formado 14 promociones en restauración de monumentos. No solo enseñaba la teoría de la restauración, sino me pusieron también en cursos de técnicas de restauración y de otros temas de la especialidad.
Perdón ¿14 promociones en dónde?
En la Maestría de Restauración de la Sección de Posgrado y Segunda Especialización de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería.
¿La Maestría de Restauración de Monumentos de Arquitectura y Urbanismo?
Exacto. La Maestría de Restauración de Monumentos ahora tiene otro nombre. Creo que actualmente se denomina Maestría en Conservación y Gestión del Patrimonio Edificado, o algo así un poco más largo. Pero, bueno, te hablo del tiempo cuando se desarrollaba en el antiguo local de Miraflores, en la calle jirón Recavarren, y a los maestrandos yo les insistía mucho en cuáles deberían ser sus inquietudes. Uno siempre debe retar al maestro, hacerlo pensar, sacarle el máximo provecho. Para eso, ellos tenían que pensar mucho y las clases mías empezaban a las 8 de la noche y algunas terminaban a las 2 de la mañana. Me tocaron muy buenas promociones, así como también me tocaron otras no tan buenas. Ya cuando empezaba a decaer por “x” motivos, yo pensé que ya había pagado suficientemente al país la oportunidad que me brindó, le había pagado a Roma la oportunidad que me dio, y volví a mis cuarteles de invierno, pero no sin descartar del todo lo que yo amo.
Arquitecta Uzátegui, sobre su relación con su ejercicio profesional, ¿cómo se aproxima a este tema? Porque nos ha contado el lado académico, pero ¿desde la praxis, desde el ejercicio profesional, cómo se dio?
Mira, la praxis en el Perú es escasa. Por ejemplo, uno de los grandes empleadores era el Banco Central de Reserva, entidad que hizo muy buenas cosas, pero por vínculos familiares directos que tenía se me limitaron algunas de las invitaciones que tenía, para evitar los conflictos de intereses.
Se hicieron buenas cosas, pero esporádicas. Otros ejemplos fueron la restauración realizada en la Casa de la Moneda, otras en el Centro Histórico de Lima, las campañas del programa “Adopte un balcón” de la Municipalidad Metropolitana de Lima, sobre el cual muchos decían que era fachadista, pero desgraciadamente existían limitaciones en las leyes vigentes.
Ahora, aquí hubo alguna vez —eso me han contado porque no lo he vivido— experiencia cuando el Estado fungía de patrocinador, es decir, daba facilidades al empresario o al propietario para restaurar la casa. Es contrastante, porque ahora todos la dejan morir porque es como una carga, ¿no? Entonces, hay que hacerle entender al propietario qué es la valuación, cómo está concebida acá. Yo un día di un discurso en un congreso de valuación en Cusco. Me invitaron a abrir el congreso, di una conferencia y se acercó un señor que había logrado que un banco le prestara para restaurar una casa porque iba a poner un hotel. Entonces el patrimonio es invalorable, pero para efectos de restauración y efectos prácticos deben ser valuados ¿qué va a producir?, ¿qué vas a hacer con él? Justamente el cómo es lo que le interesa al Ministerio de Cultura, pero el qué vas a hacer con él es lo que le interesa al banco. ¿Cuándo? ¿Cómo le vas a pagar? Entonces, todos tienen que aprender a pensar que lo que tenemos tiene un gran valor, un grandísimo valor, no solamente porque es antiguo, porque es nuestro y porque lo podemos vivir y para vivir en ello tenemos no solo que mirar su fachada, sino que tenga un uso; ese uso no siempre va a ser museo. Ya se ha visto, en Cusco, montones de cosas; la actuación de los bancos, por ejemplo. Ahí se restaura todos los días. Hace 15 años que no voy a Cusco, pero supongo que no habrá cesado. La ventaja es que ellos tuvieron una escuela de restauración de altísimo nivel y la perdimos, porque luego se fue a Brasil. Como siempre, por fallas burocráticas. Mucha gente se formó ahí y ese legado ha quedado. Muchos cusqueños, peruanos y latinoamericanos que hoy en día son personajes muy importantes en la restauración provienen de esa valiosa escuela.
Sobre el tema académico en el pregrado de la Universidad Nacional de Ingeniería, ¿usted llegó a cursar las asignaturas con el arquitecto Víctor Pimentel y/o con el arquitecto José Niño?
Sí. Efectivamente, yo cursé con el arquitecto Pimentel cuando existía la asignatura. Lástima que lo hayan quitado, creo. Mi proyecto fue sobre los jardines que están al lado del ex Hospital Obrero, del Hospital Almenara. Sobre eso fue mi tesis.
Y el curso que llevaba ¿era electivo o era obligatorio? ¿Nos puede contar un poco?
Me parece que era electivo, pero debería ser obligatorio para los alumnos de arquitectura.
Como la experiencia de Roma que comentaba, ¿no?
Claro, el romano ama su ciudad y la ama como es y la quiere conservar, ¿no?
Efectivamente. Hay una apuesta clarísima desde lo formativo en pregrado incorporando el tema del restauro no como opción.
Empezando desde la primaria, como hacen ahora cuando llevan a los alumnos, pero los profesores tienen que saber qué monumento. Es indispensable conocer su barrio, conocer su iglesia; construir la formación de un alumno de primaria visitando museos, ¿no? Pero no sé, creo que se hace urgente dar una instructiva o un curso para profesores, para que se familiaricen con este campo, ¿no? Es básico, por ejemplo, ver la foto de fulano, sultano, mengano, la foto de este señor. Comprender que esta es su historia, aquí vivió, en el año tal cuando pasaba esto y tú todavía no habías nacido ni tampoco tu abuelita, como suelen aprender los niños. Yo no soy pedagoga, pero es lo que creo.
Quisiera que pudiera desarrollar más la experiencia que tuvo en la maestría de restauración de monumentos de Arquitectura y Urbanismo de la UNI. ¿Qué otros profesores había? ¿Cuál es el perfil de los profesores o de los tesistas?
Mira, el perfil era variopinto. Al principio me tocó gente que tenía que hacer una maestría y escogieron eso, pero eran, digamos, gente de oficina sin mucha experiencia en la práctica: arqueólogos, arquitectos que necesitaban tener un grado académico. Pero también, por otra parte, cuando las promociones estaban muy involucradas con el tema y me hacían el curso, allí yo me quedaba hasta las 2 am. Eso me daba alegría, me daba ganas de vivir, pero ya el cansancio me vencía. Por ejemplo, muchos de mis alumnos están, pues, no necesariamente restaurando, pero preocupándose por el patrimonio. Uno de ellos está liderando la labor en la Catedral de Lima, del Museo de la Catedral de Lima. Y el conjunto de ellos son mi orgullo. Todos mis alumnos son queridos, pero hay unos que me generan un orgullo muy especial, porque han superado a la maestra. Justamente eso es lo que yo les decía: “ustedes tienen que superarse. Si no me superan, no han hecho nada. Ustedes no tienen que aprender de mí, tienen que aprender de ustedes, buscar la información, yo solo los guío”. Y en buena parte esa era la dinámica de mis clases: ponerles preguntas, plantearles problemáticas y que ellos atendieran dichas preguntas. Eso generaba estimulación, previas lecturas ya realizadas. Yo no les enseñaba en la pizarra, sino que me sentaba y transformaba el aula en una sala de discusión, en un ágora.
Con relación a lo profesores de la maestría logro reconocer una clara política institucional de reclutamiento mayoritario de arquitectos provenientes de la misma Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (FAUA-UNI), destacándose casos de grandes maestros como el Arq. Víctor Pimentel, el Arq. José Correa, el Arq. Alberto Barreto, el Arq. Eugenio NIcolini, la Arq. Elba Vargas, el Arq. Juan Gunther, el Arq. Carlos Williams y el Arq. José García Bryce, entre otros. En el período donde yo ejercí como docente la Coordinación Académica fue ejercida ininterrumpidamente y desde la fundación de la maestría por la Arq. Elba Vargas Becerra, quien cumplió una gran labor al respecto y era un buena conexión con el entonces potente -y ahora muy extrañado- Patronato de Lima. Entre los docentes más meritorios por su trayectoria profesional y mirada disciplinar pero que no provenían de la misma FAUA-UNI y fueron incorporados destacan nítidamente los casos del Dr. Francisco Stastny y el Rev. Padre Dr. Antonio San Cristóbal, entre otros. Bueno, entre los cursos de la Maestría de Restauración de la UNI había Tecnología de la Edificación Patrimonial, que llevaba yo también. Después era adobe, quincha. En el primero me ayudaba, ad honorem por supuesto, el ingeniero recientemente fallecido, que me disculpe, pero acabo de olvidar su nombre. Él les enseñaba lo que era fuerza y esfuerzo, entonces ¿qué mejor que escucharlo a él, que era un señor de señores, enseñando? Y hacía parar a las personas, ejercitarse, llevaba sus materiales y les decía por qué una cosa más resistente puede ser más débil que una menos resistente. Yo lo invité para hacer esa parte en los cursos de construcción y ya las demás las llevaba yo. Pero todos eran investigación, donde cada maestrando tenía que escoger una iglesia, un material y adentrarse en todo ese mundo. Entonces alguien escogía tal iglesia con portada de piedra, otro la iglesia toda en adobe, otro en la escalera de caracol de no sé dónde, otros agarran la torre de tal y cual. Es decir, todos los estudiantes tenían que estudiar el material y, como luego debían exponer sus hallazgos de investigación, todos se beneficiaban de todo. Había un grupo de los que hacían las preguntas primero, las más sólidas, y después estaban los de atrás que se nombraban. Así eran las clases y, bueno, dieron buenos resultados, aparentemente, porque tengo muchos queridos alumnos.
Asimismo, recuerdo con especial nitidez dos asignaturas bajo mi responsabilidad en la Sección de Postgrado y Segunda Especialización de la FAUA UNI: la primera formaba parte de la malla de la Maestría en Restauración de Patrimonio edificado y se denominaba “Laboratorio de análisis y metodología de conservación de los Centros Históricos”. Esta asignatura estaba organizada en base a 4 Unidades Didácticas: la primera enfocada en el Marco conceptual (teoría) y cuyos objetivos eran: Dotar de las herramientas necesarias para el correcto análisis de las metodologías de Conservación y Rehabilitación de centros históricos; conocer las experiencias internacionales en rehabilitación de áreas urbanas directamente vinculadas a los centros históricos para analizar críticamente las metodologías aplicadas en el contexto nacional, descubriendo nuevas posibilidades replicables en nuestro contexto cultural. La Unidad Didáctica II se orientaba al análisis de casos modélicos de intervención en centro históricos. (teoría y práctica) cuyo objetivo era: Analizar las más significativas experiencias de rehabilitación y revitalización urbana desarrolladas en Europa, América y en el Perú, proponiendo como finalidad promover el avance cultural y metodológico en las políticas de recuperación de la ciudad consolidada. La tercera Unidad Didáctica Metodología de Conservación y Rehabilitación y Planteamiento Operativo (teoría) tenía como objetivos: Reflexionar acerca de metodologías de conservación y rehabilitación que favorezcan la participación de los ciudadanos en el diseño, evaluación y sostenibilidad de proyectos de intervención patrimonial; Reflexionar sobre posibles o probados esquemas de gestión del patrimonio cultural, para diseñar y aplicar técnicas que permitan administrar procesos en función de propósitos y metas, a partir de una metodología lógica. Y finalmente, la Unidad Didáctica IV Proyecto de Metodología de Conservación y Rehabilitación y Planteamiento Operativo para centro histórico (práctica) proponía como objetivo: Aproximar al concepto de conservación del patrimonio urbano para áreas históricas poniendo en práctica lo aprendido durante el curso.
La segunda formaba parte de la propuesta académica de la Maestría en Conservación del Patrimonio edificado y se llamaba “Teoría e historia de la conservación”. Esencialmente buscaba indagar en el proceso histórico, el comportamiento del ser humano de cada tiempo y territorio frente a las obras de su pasado y a partir de sus intervenciones en él se podían extraer los criterios que resultaron válidos y que devendrán la base en la formulación y evolución de las teorías del siglo XX hasta nuestros días. Los contenidos se organizaban en base a un primer bloque “teórico” -donde se desarrollaban los conceptos fundamentales y principios de la Restauración, tales como la obra de arte, su materia, unidad potencial y valoración crítica- y un segundo bloque “histórico” -que abordaba los orígenes de la Restauración enmarcados dentro del pensamiento de la época, destacando episodios como la Conservación y Restauración de los monumentos antiguos, la Restauración en estilo, el Movimiento Anti-Restauración, la Escuela moderna de la Restauración-, las consideraciones históricas y estéticas de la Restauración, la Restauración actual. Nos apoyábamos en publicaciones de autores especializados como Antón Capitel, Ignacio Gonzáles-Varas, Paolo Marconi pero especialmente en Cesare Brandi.
Entre las últimas tesis que dirigí en la primigenia Maestría en restauración de monumentos recuerdo aquella titulada "Diseño de un método para la intervención de restauración de sitios arqueológicos de los Andes Centrales ubicados en la región cordillerana" de autoría la Lic. Nadeshna Molina Morote y sustentada el 2010. la cual aportó una estrategia de aproximación extremadamente rigurosa y de enorme aplicabilidad y replicabilidad por su rigor científico y método cuidadosamente desarrollado. Cuando la maestría se convirtió en la de Conservación del Patrimonio Edificado recuerdo especialmente una de las primeras que dirigí y que estaba titulada “La relación tradición-modernidad y su incidencia en la protección y conservación del centro histórico de la ciudad de Cusco, retrospectiva”, desarrollada por el Arq. René Navarro Halanocca y sustentada en 2011. Creo que inclusive ha logrado ser publicada en el número 1 de la revista Devenir, ¿no? Esta tesis aborda los problemas de la protección y conservación del patrimonio edificado del centro histórico de la ciudad de Cusco, entre 1950 y 2005.
Sí es conocida su prédica, digamos en la docencia, que ha calado muy fuerte en varios maestrandos de restauración de monumentos.
Qué bueno que me lo digas, porque a mí no me lo han dicho directamente. Yo lo supongo.
No, yo he conversado con varios exalumnos suyos y la recuerdan con mucho cariño, no solo como ser humano, sino como una profesora exigente y comprometida.
Sí, eso sí. Todo lo que hago es así. Yo hago o no lo hago. Por eso, cuando dije “esto ya no es para mí, que sigan otros”, inmediatamente me retiré.
¿Puede brindarnos más detalles sobre la experiencia interesante del programa “Adopte un balcón” que marcó toda una época y donde usted jugó un rol protagónico?
Bueno, fue un excelente programa, muy criticado por algunos maestros que no eran de restauración sino del área de historia y que decían que eso era fachadismo. En fin, el esquema básico contaba con un contrato de tres partes: la Municipalidad Metropolitana de Lima, que hacía los planos; el patrocinador, que era el padrino que pagaba la restauración, y el propietario. Lo único malo era que para que alcanzara más el presupuesto y le pareciera menos costoso al patrocinador, los que perdíamos éramos los contratistas. Pero era una oportunidad de hacer las cosas, entonces a mí no me importaba ganar poco porque había una cosa salvada, ¿no? Entonces si yo les daba trabajo a los carpinteros, a todos. Bueno, esa experiencia interesante empezó con mucha gente. Lamentablemente, algunos profesionales y técnicos solo querían ganancia y se volvió complicado porque la ganancia era para la ciudad y para nosotros era la experiencia. En ese sentido, yo aprendí muchas cosas sobre los diversos balcones. Aprendí a partir de la realidad concreta que los balcones eran puestos después en la casa sin haber ido a archivo. Porque si tú se lo comentas a algún historiador, él te dice que en el año tal fue puesto este balcón de medida tanto, por tanto, que entraron a modo del balcón que está en la calle tal de fulano de tal. Entonces esos eran los contratos con los alarifes, ¿no?, los carpinteros de la época. ¿Por qué lo digo? Porque me tocó restaurar uno de los que hice en esquina. Estaba bajándose y entonces tuvimos que abrirlo, amarrarlo a las vigas madres y levantarlo un poco hasta donde aguantara el material, levantarlo un poco para ponerle una brida completamente ajustada para que eso no cayera. Cosas que no se veían: hablo de 50 % o 60 % de podredumbre en los techos, en las vigas, por falta de mantenimiento y así, lo que se preveía que estaría al 20 % de deterioro estaba al 80 %. Pero, bueno, así fue y, para mí, fue una experiencia reconfortante. Participé en dos campañas. En la primera, muchos se retiraron porque tal vez no estaba a la altura de sus expectativas económicas o no estaba a la altura de su conocimiento, ¿no? Yo debo haber restaurado unos 10 balcones; desgraciadamente creció tanto mi oficina que se perdieron por ahí los blogs, porque yo solo conservo el expediente técnico. Debe haber más información en Prolima, la cual me parece que fue desmantelada en la empresa inmobiliaria de la Municipalidad de Lima, ¿no?
¿Cuáles son sus obras de restauración más relevantes?
Mira, entre las obras de restauración que considero —aunque no se terminaron, desgraciadamente— están la Ermita y el Puente de los Suspiros de Barranco. Sobre el puente de los suspiros, el ingeniero Marroquín y yo llegamos a una misma hora y tuvimos que parar al ingeniero, porque el puente no es machihembrado y no debe serlo para que el agua caiga y pase. Además, estaban lijando todos los grafitis y tuvimos que detenerlo porque estaban haciendo una “ingenieritis”. Fue un estudio muy bonito que hicimos en el Puente de los Suspiros y después en la Ermita se hizo solo el proyecto de consolidación y restauración, porque la ermita no tenía ni cimientos. La Ermita va apoyada al suelo, que es de piedra y piedra con arena. Es decir, tú puedes sacar de ahí material para hacer cimientos, pero no son los cimientos porque le falta cemento, pero ahí está. Después, alguna señora le quitó el techo; ahora no sé cómo estará. Y también estoy muy orgullosa de varios de mis balcones, uno de ellos de tres pisos que fue de una zapatería y el otro fue el balcón que está frente al Banco Central de Reserva, el cual dio la plata al municipio porque no quería que tengamos trato directo con el contratista y me lo dieron a mí. Eran tres balcones: era un balcón, el balcón que estaba sobre la puerta y el balcón de esquina que llegaba y volteaba por la otra calle, el cual era muy muy largo, media una cuadra, por lo menos. Ese me dio mucho, porque tenía una parte incendiada, una parte caída; tenía un poco de todo y, por suerte, era el mismo propietario que había ido comprando todo, entonces tuvimos muchas felicidades en ese sentido, pero todos me dieron algo. En algunos me llené de pulgas porque donde hay tierra hay pulgas, y con eso también tenía que luchar. Era cuestión de meterte bien los pantalones dentro de las botas, como aprendí después de dos experiencias. Y si yo como obra no puedo demostrar mucha, más bien, he sido asesora del arquitecto Jorge Orrego cuando empezó a hacer la restauración de San Juan Grande o San Juan Chico, no recuerdo con precisión, para determinar algunas cosas a priori. Por ejemplo, algunos arcos que se descubrieron, porque ya no uno por la experiencia puede prever hallazgos. Así, al ojo le dije “cava acá, que vas a encontrar un arco rampante que sostiene una escalera”. Como te contaba, he tenido experiencias de todo tipo.
Pero restaurando cosas completas: mis balcones, la Ermita y el Puente de los Suspiros, y algo se me escapa por ahí, algo anterior se me escapa por ahí.
También he hecho proyectos, hice un proyecto interesante, me pareció, pero creo que no lo aceptaron. Yo iba a restaurar solamente lo que quedaba de patrimonial en Luren porque lo otro estaba incluso desplomado. Ya si se hiciera, sería una reconstrucción. Y, bueno, a mí me gusto el proyecto, quedó muy bonito en papel, pero hasta ahí quedó. Mucho de los proyectos formulados desgraciadamente se pierden en el camino. Se paga el estudio, pero no hay financiamiento y los curas siempre piensan que van a tener un ¿cómo se llama? Alguien que los solvente.
¿Un mecenas?
Exacto. Me has ayudado con la palabra. Un mecenas. Pero no podríamos ser, pues, los mecenas ni los que proyectábamos ni los que ejecutaban. Pero no perdían la esperanza de tener su proyecto y tocar puertas. Pero a ellos también los cambian cada 2 o 3 años, cambian las autoridades, cambian las voluntades, cambian los intereses. Entonces, también tuvimos oportunidades de hacer varias, pero se nos quedó trunca con el convento, el que tiene una sola torre en el Centro de Lima.
Santo Domingo.
¡Santo Domingo! El que está frente a la plaza. Llegamos a venderles un terreno para de ahí ellos restauraron, pero se acabó el mando, digamos, pasó a otras manos y ya no se interesaron más.
Arquitecta Uzátegui, terminando la entrevista, le agradezco enormemente su disposición por compartir una serie de experiencias y testimonios muy interesantes, y con ello ya estaríamos concluyendo.
Le agradezco mucho por haber pensado en mí. Por haber escuchado a mis alumnos tan queridos. Siempre que escuches a uno le mandas saludos porque seguro está en mi corazón. Eso es lo mejor que he producido.
Claro que sí. Muchísimas gracias. Que tenga buenas tardes, cuídese.